Margarita Murillo Gamboa
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Cuando se mencionan los sentimientos, vale destacar que para los hombres y las mujeres, los sentimientos van a tener formas diferentes de expresión, de acuerdo a lo que la cultura nos enseña.

Analicemos, por ejemplo, lo que menciona la Terapeuta Fina Sanz (1999) de España, en donde destaca que, para que las mujeres puedan comunicar claramente sus sentimientos, deben comenzar a desarrollar un mayor respeto por su palabra.

La mujer, desde los patrones de la cultura, menciona la autora, va utilizar patrones de comunicación utilizando su cuerpo y no tanto su palabra.

Menciona que, tanto el cuerpo como la palabra están dotados de un gran contenido emocional, así como a partir del silencio que tiene un gran trasfondo afectivo de rebeldía y enojo.

Uno de los problemas sociales a los que se enfrentan las mujeres tiene que ver con el valor y peso que se le da socialmente a la palabra de la mujer.

Lo que diga, tiene socialmente poco valor, se le rechaza o se le cataloga como que pierde mucha fuerza porque usa “muchas palabras o habla mucha paja… o, peor aún, “está loca, porque hablará tanto …”

De manera inconsciente y colectiva, se mira a las mujeres como si no merecieran ser escuchadas. Esta actitud cultural, no sólo de quienes rodean a las mujeres, sino desde las mismas mujeres, entre sí y consigo mismas.

Esta percepción afecta profundamente su autoestima y la manifestación clara de su sexualidad, donde se dé el derecho de pedir. Se trata de manifestar quiero o no quiero de esa forma.

La mujer prioriza preferiblemente palabras de afecto.

Al no tener la mujer la posibilidad de poder comunicarse clara y abiertamente por medio de una palabra que le sea creíble, podrá llegar a utilizar su cuerpo como vehículo de sus emociones.

Incluso, de acuerdo a los aportes de esta autora, culturalmente se señala a la mujer de histérica, provocadora o degenerada.

Por el contrario, con el hombre, este ha sido educado para manifestar su afectividad por medio de la agresividad, la competitividad, el manejo y dominio del cuerpo de la mujer.

Piensan que deben “tener bastante experiencia sexual-genital” (no necesariamente con vínculo) para poder “explicarle a las mujeres y ser buenos amantes”.

Esta autora, manifiesta que las mujeres llegan a establecer una queja generalizada en la forma en que se vinculan los hombres con ellos, refieren que los varones expresan su afectividad en caricias que se limitan a los labios, pechos y genitales femeninos.

Josefina Sanz, establece además, que el hombre limita su expresión a los genitales, la dominación y la expresión hacia afuera, de hecho su palabra es palabra de poder, es la que se escucha.

Tenderá a utilizar más los conceptos abstractos, preferirá hablar de lo ajeno a los propios sentimientos y tendrá poco control de su cuerpo o de la expresión de su excitación.

Si como hombres y mujeres nos vemos limitados en la comunicación adecuada de nuestras necesidades afectivas, esto implica que, se limitará el desarrollo máximo del potencial orgásmico-erótico y afectivo-espiritual.

Y esa es la fortaleza que necesitamos al ver con más claridad los valores, para vivir en la construcción de la relación sexual y del desarrollo sexual en general… (continuará).

Tips

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No es recomendable usar vaselina en las relaciones coito-vaginales. Si es necesario, dada una baja lubricación vaginal, utilice productos creados exclusivamente para esa parte del cuerpo. Su empleo puede crear infecciones o reacciones no deseables.

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Los genitales también reciben el impacto de situaciones de estrés o intensas a nivel emocional. En los hombres, dado que sus genitales son externos, pueden ocasionalmente, tener erecciones y/o eyaculaciones, sin estar expuesto a ninguna situación de excitación sexual.