Editor
Lo que pasó en el Morera Soto, luego del clásico, fue bochornoso. El energúmeno (ya que “aficionado” no merece llamarse) que le lanzó una chapa de reloj a Douglas Sequeira debería pasar varios meses en la cárcel. Es un peligro para la sociedad. Como bien dijo el médico morado, Willy Gálvez, bien pudo haber causado males mayores a Douglas (léase la muerte).
Y ese energúmeno no debería pisar nunca más, en el resto de su vida, un estadio.
De verdad, nunca he comprendido cómo alguien puede tirarle un objeto, en muchos casos peligrosos, a un futbolista. En qué mundo de “locos” vivimos.
Tampoco entiendo cómo, amparado en el anonimato que muchas veces da la grada, se puede insultar a un futbolista. El balompié, como bien dijo Douglas Sequeira, no da para tanto. Y mucho menos poner en peligro la vida de un ser humano.
También me tiene cansado que nuestros jugadores sean incapaces de controlar su temperamento.
Sería bueno que le den un vistazo a los partidos del fútbol americano (NFL).
Durante los juegos de este violento deporte, los jugadores actúan con pasión y sangre caliente. Pero, al final de los partidos, sea cual sea el resultado, estos deportistas se saludan en forma amistosa, caballerosa, y los dos entrenadores se dan la mano.
En cambio, la mayoría de nuestros futbolistas no saben perder, les falta caballerosidad, y les encanta participar en broncas. ¿Resultado? Sanciones económicas y deportivas. Perjudicados ellos, y perjudicados sus equipos.
Me parece muy bien que la directiva de la Liga decidiera (esperemos que sea verdad), que los futbolistas deberán pagar las multas. A ver si aprenden a ganar con clase...y a perder con gallardía. Y a ser inteligentes.
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