Vivir Hoy
Lunes 17 de septiembre de 2012, Costa Rica

Fundación Cuidados Paliativos

Las sonrisas son su mejor medicina

Neyssa Calvo Achoy

ncalvo@aldia.co.cr

Las risas de los niños se escuchan detrás de la puerta. Llegaron temprano como lo hacen cada mes con familiares para participar de un taller y olvidarse por unas horas de doctores y medicinas que han tomado por años.

Ninguno de ellos aparenta estar enfermo, la risoterapia, funciona no cabe duda. Son una parte del pastel que conforma la Fundación Pro Unidad de Cuidado Paliativo, donde aprenden a convivir con una enfermedad que poco a poco les quitará el suspiro.

Los otros trozos lo conforman los menores cuya fase terminal está mucho más avanzada y ya requiere atención en casa.

Luego están los profesionales que como ángeles les dan soporte y levantan el ánimo no solo al paciente sino también a sus padres, hermanos y gente a su alrededor.

Y muy cerca están los que ofrecen su ayuda sin ser protagonistas sosteniendo con su aporte económico la labor.

Según Marielos Arce, presidenta de la fundación, son muchos los gastos, pero el 85 por ciento se sostiene con los padrinos y actividades para recolectar el dinero que hace falta.

En la actualidad, organizan la Campaña Redes de Amor, que consiste en donar mensualmente ¢6 mil a lo largo del año para atender a un niño en fase terminal, con una enfermedad avanzada sin posibilidades de curación.

“Los que ayuden participan en un sorteo cada tres meses para disfrutar de un fin de semana en un hotel para dos personas. Además de un automóvil del año que se rifará en el 2013”, dijo Arce.

Agregó que reciben donaciones voluntarias para dar soporte no solo al menor sino también a sus familiares durante el desarrollo de la enfermedad y luego para enfrentar el duelo.

Dos hogares

La institución también cuenta con dos albergues, uno en San José y el otro en Pérez Zeledón y cada uno consume mensualmente la suma de ¢12 millones.

Ahí niños y adolescentes son evaluados, observados, medicados y se realizan procedimientos sencillos como el cambio de una sonda, pero sobre todo estimulación para tener calidad de vida, rescató Juan Carlos Irola, médico de cuidados paliativos.

Sin duda sabe que habla, pues Irola fue el encargado de dirigir el taller para confeccionar máscaras esa mañana en la fundación.

Frente a él abrían sus ojos una decena de niños, todos con un mal a cuestas, poniendo en práctica la arte terapia para distraer sus mentes, pero sobre todo poner una sonrisa en sus rostros.

A su lado, sus padres, hermanos o abuelos, también cortaban, pegaban y daban color a sus propias máscaras para alegrar el camino que les falta por recorrer.

“El dolor se olvida”

La vida de María Teresita Gutiérrez no ha sido sencilla, pero sabe llevar su carga con alegría y así la transmite.

En la Fundación Pro Unidad de Cuidado Paliativo es una vieja amiga, pues acudió con su hijo Kevin que ya fallecido hace cuatro años.

Ahora regresa, pera para acompañar a su nieta Karen de 10 años y le encanta correr.

“Sé del trabajo que acá se hace y es maravilloso. Aprendemos a sobrellevar el dolor por nuestros hijos enfermos y a darles una mejor calidad de vida”, destacó mientras le colocaba la máscara a su nieta.

Agregó que la ayuda es necesaria para seguir ayudando a los niños que lo necesitan.

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