Lunes 11 de agosto, 2003. San José, Costa Rica.

Erika Cruz le da hoy gracias a Dios por mantenerla con vida y permitirle gozar de su familia.

Milagro de Dios

Álvaro SÁNCHEZ CÓRDOBA / Al Día

Ciudad Quesada.- Una familia del barrio San Martín es testigo de un milagro que se gestó en el cuarto piso del Hospital Nacional de Niños.

Sus súplicas, rezos y peticiones fueron escuchados hace más de 13 años.

Doña Vilma Alfaro, madre de Erika Cruz, una joven de 16 años que se curó inexplicablemente de un cáncer en la sangre o leucemia, le da hoy gracias a Dios.

Erika no recuerda mucho de esos momentos, pues, cuando le diagnosticaron la enfermedad, considerada terminal, apenas tenía dos años.

En la actualidad, ella estudia en el Liceo de San Carlos, luego de dejar atrás una parte crítica de su vida, según su madre, “gracias a la mano de Dios”.

Aquellos días de enfermedad fueron difíciles para toda la familia, que por más de tres meses estuvo en el Hospital Nacional de Niños esperando una mejoría de la niña.

“Usted no sabe la felicidad que siento en este momento. Siempre he dicho que la mano de Dios me la curó. Se lo pedí con tantas ganas, que ella se me curó cuando los médicos ya no podían hacer nada”, comenta doña Vilma.

“Al cuarto piso”

La angustia de la familia Cruz Alfaro se inició casi dos meses después de haber sido internada la pequeña, pues los médicos, al tener poco o nada que hacer debido al avance del cáncer, decidieron enviarla al cuarto piso del hospital.

A esa planta son trasladados los niños con enfermedades terminales.

“Como la mandaron allá, creí que ella estaba bien, pero después me dijeron que ahí estaban las personas por las que ya nada se podía hacer”, dice doña Vilma.

“Yo le pedía a Dios que la curara. Sabía que mi hija quería vivir, ella me lo decía. Un día me acosté y sé que el Señor me habló. Me dijo que por qué lloraba si Erika estaba bien, que debía tener más fe”, agrega.

“A los pocos días, me llamó el doctor y creí que me iba a dar una mala noticia. De hecho, me tuvo que calmar y me dijo que estuviera tranquila porque mi hija se había recuperado. La producción de glóbulos rojos había mejorado y ahora podían continuar con el tratamiento”, señala doña Vilma con profunda emoción.

Hoy, Erika comparte valiosos momentos con su familia, espera sacar su bachillerato y continuar una carrera para servir a la comunidad.

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