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Hombre bueno
El sacerdote Víctor Manuel Ruano, misionero jesuita, dedicó casi medio siglo de su vida a Dios. Ayer era velado en una capilla en un centro de oración de Guadalupe.
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Murió padre Ruano
Nicolás AGUILAR R. / Al Día
Colaboró con esta información Nelson MENDEZ R.
El sacerdote jesuita Víctor Manuel Ruano, de 80 años, promotor de la devoción al Divino Niño y quien recorrió como misionero prácticamente todo el país construyendo escuelas y centros de oración, entre muchas otras obras, murió ayer, a las 6:15 a.m., a consecuencia de un paro cardiorespiratorio fulminante en la casa donde vivía en Jardines de Tibás.
El religioso, quien trabajó en 50 distintos países, decía ser “persona liberada” y en una autobiografía que publicó en 1994, reveló saber de hipnotismo y “entender mucho de control mental”.
Este religioso, admirado y querido por miles de filegreses que lo conocieron, muchos de los cuales lloraban anoche su partida. Era licenciado en Filosofía y Teología y tenía un Bachillerato Superior en la Universidad Joveriana de Bogotá, Colombia.
Quienes lo conocieron lo recuerdan como un persona sencilla, profundamente espiritual y siempre atento a las necesidades de los más pobres.
“Fue un hombre extraordinario. Abogaba por las vocaciones y se preocupaba por todos pero especialmente por los jóvenes”, recordó Marin Rojas, su más cercano colaborador con quien, curiosamente, habló por teléfono antes de morir.
“Yo estaba en San Carlos y me llamó para recordarme que este era un día hermoso y especial, el día del Señor. Me dijo que estaba preparando el sermón dominical”, relató.
El padre Ruano, como le decían sus amigos, nació en El Salvador, llevaba 47 años de vida sacerdotal y, según creyentes, realizó diversas sanamientos que todos atribuyen a “su mediación divina”.
“Yo conozco muchos casos. Por ejemplo, el de una señora a quien los médicos habían dicho que jamás tendría hijos. Ella oró con el padre Ruano y ahora tiene una niña de siete años y medio. También sé de personas que sanaron milagrosamente de enfermedades incurables”, aseguró Rojas.
Pese a su avanzada edad, trabajaba diariamente en el llamado “Centro de Oración Católico Compañeros de Jesús”, en Guadalup,e donde insistía en la devoción del Divino Niño.
“Dejo a la ciencia todo mi cuerpo, para que aún después de muerto yo siga haciendo el bien con él. La muerte me ronda más de cerca: gracias a Dios, que le puedo cantar: acércate más y más pero mucho más...”, reza en la página dos de su libro autobiográfico.
En ese texto, el padre Ruano cuenta numerosas anécdotas sobre su vida religiosa y asegura que cada año escuchaba más de 10.000 confesiones,
También menciona decenas de casos de personas que lograron un milagro invocando al Divino Niño, cuya intermediación recomendaba en cada una de sus homilías.
“Dele un minuto a Dios todos los días y conquístese la eternidad feliz en un minuto...”, insistía a los feligreses.
Él padre Ruano será velado la mañana de hoy, a las 9 a.m., en la Iglesia de San Pedro de Montes de Oca y sepultado posteriormente en el cementerio de Sabanilla.
El Novenario se celebrará en las Iglesias de Moravia y Guadalupe.
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