Sábado 23 de agosto, 2003. San José, Costa Rica.

¿Estás tú entre ellos?

Mons. Román Arrieta
Arzobispo Emérito de San José

En el primer capítulo de su primera carta, el Apóstol San Pedro escribió lo siguiente: “El que os llamó es santo; como Él, sed también vosotros santos en toda vuestra conducta”. Cabe, entonces, que nos preguntemos: ¿quién es un santo?

Santos son, en primer lugar, cuantos al morir adquirieron el estado de felicidad del cielo como premio a sus buenas obras. Entre ellos hay unos, y son los menos, a los que llamamos santos canonizados como San Pedro y San Pablo. Pero hay otros, y son los más, que, aunque no han sido canonizados, disfrutan de la misma gloria que los primeros.

Santos son también infinidad de hombres y mujeres que pueblan el mundo, que caminan por las aceras de nuestras ciudades, que trabajan en el hogar, en el campo, en la oficina o donde sea, y que viven en gracia de Dios, pues guardan sus mandamientos y acatan su voluntad. Es a ésos a quienes San Pedro se refiere al decir: “Sed también vosotros santos en toda vuestra conducta”.

Santo es quien practica la humildad a ejemplo de Cristo y, por lo mismo, no se ufana de su saber, poder o influencia. Lejos de despreciar a sus hermanos más sencillos y pobres, los trata con profundo amor, convencido de que a los ojos de Dios valen igual o más que él.

Santo es el que sabe aceptar con paciencia las adversidades de la vida, alegre de unir sus penas y sufrimientos a los de Cristo por la salvación de sus semejantes caídos en la indiferencia o la incredulidad.

Santo es el que no se deja doblegar jamás por los halagos de la corrupción, nunca acepta un céntimo mal habido, no varía los términos de un contrato o una licitación, aunque le ofrezcan millones, no se sirve de su cargo para enriquecerse indebidamente, o prefiere morir pobre como Lázaro antes que pecar contra el mandamiento divino de “No robarás”.

Santo es el médico que no se presta para cometer un aborto, aunque le ofrezcan todo el oro del mundo; el juez que no se deja corromper por dádivas a cambio de una sentencia injusta; o el abogado que cobra lo justo y es absolutamente incapaz de abusar de sus clientes.

Santo es el que sabe amar y perdonar aun a los mismos enemigos, sabe callar, aunque lo insulten sin motivo, comparte con gozo sus bienes con los más pobres de este mundo, y el que, ayudado de Dios, domina sus instintos sin dejarse dominar por los dictados de la carne.

Ésos son los santos que necesita este mundo, ésos son los santos que Dios quiere en la tierra, ésos son los santos que harán de este mundo un anticipo del cielo, ésos son los santos que debemos ser tú y yo, y todos cuantos peregrinamos hacia el cielo en este valle de lágrimas.

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