Sábado 23 de agosto, 2003. San José, Costa Rica.

Cerebro y nutrición

Marcela Dumani

Por lo general, el acto de alimentarse responde básicamente a la necesidad urgente que plantea la sensación del hambre. Luego podría ser que exista el interés en la salud y la nutrición (lo que pretendemos motivar con esta columna). Pero pocas veces se piensa en la relación directa que existe entre la alimentación y el funcionamiento del cerebro.

Este órgano es, a pesar de su tamaño, el que gobierna el metabolismo, gran parte del funcionamiento de los demás órganos y sentidos, la memoria y la respuesta del organismo a los estímulos del medio y a las necesidades primarias.

Por supuesto, una de las cosas fundamentales en las que interviene el cerebro es en el hambre, pues aunque únicamente sea un 2 por ciento del peso corporal, él solito consume el 20 por ciento de la energía que requiere el organismo en su totalidad.

El cerebro utiliza glucosa, y es completamente dependiente de ella para su funcionamiento. Cuando bajan los niveles de ésta en la sangre, él envía la señal de hambre, para que el cuerpo vuelva a cargarse de energía.

Por eso es que en el momento en que una persona siente mucha hambre, se le hace difícil concentrarse o desarrollar un trabajo mental. Esto nos indica que para poder mantener un buen funcionamiento cerebral, se debe tener orden en las comidas y no aguantar hambre.

La glucosa debe provenir, preferiblemente, de carbohidratos complejos (cereales y sus derivados, tubérculos, raíces). Otra fuente son los azúcares, los que se pueden consumir con mucha moderación.

El cerebro también necesita grasa, pues la membrana de las neuronas y la envoltura que protege los hilos de nervios para que el impulso nervioso sea transmitido eficientemente (mielina), están compuestas básicamente de grasas. Por eso es importante el consumo de pescado, semillas como maní o marañón, aguacate, aceite de oliva o maíz o canola o girasol, linaza.

Las proteínas son indispensables para la formación de los neurotransmisores, que son “moléculas mensajeras” entre una neurona y otra, necesarias para poder producir la respuesta del organismo ante los estímulos del medio. Carnes, leche, queso, huevo y frijoles (leguminosas) son la fuente de proteínas.

Oxígeno, agua, hierro, calcio, magnesio, fósforo, zinc, selenio, vitaminas C, E y complejo B, son otras sustancias muy necesarias para el cerebro, que podemos suplir con una dieta saludable y variada y con actividad física.

Nutricionista

mdumani@racsa.co.cr

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