Miércoles 27 de agosto, 2003. San José, Costa Rica.

La verdadera sabiduría

Yolanda Hurtado Jiménez

Aprendemos a vivir en la cotidianidad, pero a crecer en la dificultad. Sí, cuando se atraviesa la vía del dolor, estamos creciendo de modo privilegiado, pero ese dolor será fecundo cuando aprendamos de él.

Éste es el camino de la verdadera sabiduría: aprender, aprender siempre y jamás considerarnos personas “hechas”.

Miguel Ángel Cornejo dice en su libro El ser excelente: “Existen seres humanos que acumulan sabiduría, y otros, la mayoría, que solo acumulan estupidez”.

Quisiera apostar por un mundo donde la mayoría de personas busquemos permanentemente la sabiduría, mediante una vida sostenida en los siguientes principios generadores: la sencillez, como puerta para vivir de modo más ligero, eliminando así la prepotencia y la soberbia; la alegría, que aumenta nuestra producción de endorfinas para proteger nuestra calidad de vida, en vez de respirar a través de las heridas, la amargura y el dolor.

Asimismo, la transparencia para ser nosotros mismos sin tener que andar demostrando nada, eligiendo todos los días nuestro modo original de ser, en vez del traje de payasos; la convivencia pacífica, nacida del respeto y reconocimiento del otro como persona, desarraigando todas las formas de violencia que contradicen el espíritu civilizado; la honestidad, que nos haga capaces de asumir nuestras equivocaciones y fracasos, en lugar de estar desgastándonos en buscar culpables.

Y, también, el entusiasmo en todo cuanto emprendemos a diario como antídoto de una postura conformista y perezosa; la claridad en las metas, pues los sueños mantienen viva a la persona, son el norte hacia el que dirigimos nuestros esfuerzos y resultan absolutamente necesarios para darle sentido a todo nuestro vivir.

En la consecución de la sabiduría vamos a tropezar, y es ahí donde se pondrá a prueba la capacidad de aprendizaje. En la vida, los únicos que no se equivocan son quienes no hacen nada, pero nuestras caídas o aparentes fracasos deben ser una voz que nos diga: “No te detengas, sigue adelante, pues crecer es un proceso dinámico”.

Pareciera que la sociedad actual tiene poca tolerancia para la frustración, y niega la felicidad solo porque hay que atravesar el rosal y siempre hallaremos espinas. Sin embargo, las espinas no deben quitarnos la visibilidad de la belleza de la flor.

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