Domingo 31 de agosto, 2003. San José, Costa Rica.

Consternados Marinos rusos veían ayer en una tienda de electrodomésticos en Moscú, las noticias de la cadena BBC sobre el hundimiento del submarino.

Tragedia submarina

Moscú, Rusia /AFP y AP. Nueve de los diez tripulantes de un submarino nuclear ruso murieron ayer, tras hundirse la nave en el mar de Barents, informó el ministro ruso de Defensa, Sergei Ivanov.

El submarino K-159 era remolcado a un puerto para navíos desechados y sus dos reactores nucleares estaban desactivados en el momento del naufragio, ocurrido en la madrugada, a unos 5,5 kilómetros al noroeste de la Isla de Kildin, dijo el vicealmirante de la Armada, Viktor Kravchenko. No había armas a bordo de la nave.

El vicealmirante informó que un marino fue rescatado y los cadáveres de otros dos fueron recuperados de las aguas, que tenían una temperatura de 10 grados centígrados.

“Desgraciadamente, nos vemos obligados a admitir lo que los marinos nos han comunicado, que será imposible encontrar con vida a ninguno de los siete desaparecidos”, declaró Ivanov en el cuartel general de la Flota del Norte.

Razones múltiples

Kravchenko declaró que el hundimiento fue el resultado de factores objetivos y subjetivos, principalmente las condiciones meteorológicas adversas y el estado técnico del submarino, que tenía ya 40 años.

Sin embargo, la Procuraduría Militar informó que los oficiales de la Armada serían acusados de infringir las reglas de navegación. “Es evidente que el Mando de la Flota del Norte infringió la ley y no mostró suficiente determinación para llevar a cabo operaciones de rescate”, informó la agencia noticiosa Interfax.

Kravchenko afirmó que las embarcaciones de rescate llegaron al lugar unos 90 minutos después del naufragio.

Aunque la Armada insistió en que los reactores nucleares del K-159 no implicaban riesgos para la ecología, los ambientalistas advirtieron sobre una posible fuga de radiaciones, la cual podría contaminar la zona pesquera.

Alexander Nikitin, capitán retirado de la Armada y quien dirige en San Petersburgo la rama de la Fundación Bellona, un grupo ecologista noruego, alertó que los riesgos son muy altos, porque el combustible de uranio, cargado en los reactores del submarino hace unos 30 años, era más radiactivo y peligroso que un suministro nuevo.

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