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Zapatos y palomitas
Roxana Zúñiga Quesada
Empecemos nuestro domingo con una historia.
Una empresa mandó a dos vendedores de zapatos a África para hacer un estudio de mercado.
Al tiempo llegaron dos telegramas (en esa época no existía la maravilla del correo electrónico). El primer empleado decía: “Mercado cerrado. Aquí nadie usa calzado”.
El segundo exponía: “Mercado abierto. Aquí nadie usa calzado”.
Donde unos ven dificultades, otros miran oportunidades. Ésa es la historia de la humanidad.
No aguanto la tentación de contarles otra.
Un hombre tocaba su violín en la calle para recoger algunas monedas. Pero lo hacía con el mismo desgano con que lo atienden a usted en una oficina pública. El instrumento emitía un ruido como un gato cuando le majan la cola.
Casi nadie le ofrecía dinero.
Por allí pasó un gran concertista, que amaba hacer cantar al violín. Lo tomó y ejecutó una pieza que deleitó admirablemente a todos los que transitaban.
Inmediatamente, el mendigo gritaba: “¡Es el violín, es el violín!”.
Conclusión: era un pordiosero tico... (¿No ven qué buena bajada de piso...?).
Y ahora... algunas palomitas de conocimiento...
* Entre los inventos de Benjamín Franklin están el pararrayos, la mecedora y las gafas bifocales.
* Beethoven no solo era un experto pianista, sino que también dominaba con maestría el violín, el clavicordio, la viola y el órgano.
* ¿Cuánto dura la ropa de la casa? Los paños, cinco años; y las sábanas, siete años.
* ¿Cuál fue el primer hotel del mundo en usar ascensor para sus clientes? El Quinta Avenida de Nueva York, que tenía seis pisos. Eso fue en 1859.
* Entre los egipcios y griegos estornudar tenía varios significados. Si se daba en la tarde era buena suerte, pero en la mesa era signo de mala suerte.
¡QUÉ DICHA que alguien lo dijo!: “La vida es lo que pasa mientras estamos ocupados haciendo otras cosas”, Milan Kundera.
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