Domingo 31 de agosto, 2003. San José, Costa Rica.

Faltan ingenieros, sobran psicólogos

Andrés Oppenheimer
Corresponsal extranjero y columnista de The Miami Herald y El Nuevo Herald

La buena noticia: los 34 ministros de Educación del continente americano acaban de firmar un acuerdo que propone hacer canjes de deuda externa por inversiones en educación. La mala noticia: el dinero sería desperdiciado en sistemas educativos que son una broma.

En la declaración final de una conferencia en Ciudad de México, el 13 de agosto, los ministros de Educación de América Latina, Canadá y Estados Unidos acordaron entre otras cosas “explorar la posibilidad de un intercambio de deuda por inversión en el sistema educativo”.

Durante el debate, varios países latinoamericanos propusieron que hasta un 5 por ciento del servicio de la deuda a organismos como el Fondo Monetario Internacional sea intercambiado por inversiones en educación, de la misma forma en que países como Haití, Bolivia y El Salvador han acordado con algunos organismos internacionales canjes de deuda por inversiones en sus sistemas de salud.

El problema es que el canje de deuda por educación significaría invertir aún más recursos en algunos de los sistemas educativos más retrógrados, ineficientes y corruptos del mundo, especialmente en lo que hace a sus universidades.

La mayoría de las universidades estatales latinoamericanas son gratuitas, lo que significa que los pobres están pagando con sus impuestos los estudios de un cuerpo de alumnos compuesto mayormente por jóvenes de clase media y alta. Además, la mayoría de universidades están formando demasiados psicólogos, filósofos y graduados en ciencias políticas, y demasiado pocos programadores de computación e ingenieros con mayores posibilidades de empleo.

Fíjense lo que están estudiando los jóvenes latinoamericanos, con todos los gastos pagados:

– En la Universidad Nacional Autónoma de México, con una población de 250.000, el 51 por ciento de los estudiantes están siguiendo carreras de ciencias sociales y humanidades, mientras que solo el 28 por ciento estudia ingeniería, física o matemáticas, según fuentes oficiales.

Un estudio dado a conocer esta semana por la Asociación Nacional de Universidades Mexicanas e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) advierte que, si México no hace algo para corregir la sobreproducción de graduados universitarios sin potencial de trabajo, el país se encontrará muy pronto con 1,5 millones de profesionales desempleados. “Esto podría generar un problema social sin precedentes”, dice el estudio.

– En las universidades más grandes de Brasil, el 52 por ciento de los estudiantes están matriculados en ciencias sociales y humanidades, mientras que solo el 17 por ciento estudia ingeniería, física y matemáticas, según el Ministerio de Educación brasileño.

– En Argentina, el 40 por ciento de los 152.000 estudiantes en la Universidad de Buenos Aires están matriculados en ciencias sociales, psicología y filosofía, mientras que solo el 3 por ciento estudia ciencias relacionadas con la computación, física y matemáticas.

“En vez de invertir tanto en formar más abogados, los gobiernos latinoamericanos deberían invertir en la creación de escuelas intermedias e institutos técnicos”, dice Eduardo Gamarra, del Centro de Latinoamérica y el Caribe de la Universidad Internacional de la Florida. “Las economías latinoamericanas van hacia industrias con mayores requerimientos tecnológicos para producir exportaciones de mayor valor agregado. Necesitan más técnicos y menos licenciados en ciencias políticas”.

Las universidades latinoamericanas también derrochan enormes cantidades de dinero en estudiantes que nunca terminan sus carreras.

Según el diario argentino La Nación, más del 90 por ciento de los estudiantes del país que se matriculan en las facultades de ingeniería, abandonan sus estudios a medio camino. El diario citó un estudio realizado por la Organización Techint, según el cual solo el 6 por ciento de los estudiantes matriculados en las escuelas de ingeniería estatales, en 1990, se había graduado en el año 2000.

¿Deberían las instituciones financieras internacionales fortalecer sistemas educativos prehistóricos?

Por supuesto que no. Aunque el dinero fuera destinado a la Educación Primaria, como lo propusieron muchos ministros de Educación en México, eso solo liberaría fondos para las universidades estatales.

Mi humilde sugerencia: los acreedores internacionales deberían aceptar la idea de un canje de deuda externa por educación, pero con la condición de que los países modernicen sus sistemas de educación superior.

Para poder beneficiarse de estos canjes, los países deberían empezar a cobrarles a los ricos por sus estudios –tal como ocurre en Estados Unidos y cada vez más países europeos– e invertir lo recaudado en becas para los estudiantes sin recursos, que son los que más a menudo abandonan sus estudios.

Además, los países deberían destinar parte de los fondos para fortalecer sus carreras técnicas y de ingeniería. América Latina necesitará tener una mano de obra cada vez más calificada para evitar ser arrasada por China e India en los mercados mundiales.

De manera que, si se utiliza el canje de deuda por educación como un incentivo para que los países modernicen sus universidades, podría ser una herramienta formidable para impulsar el desarrollo económico de la región.

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