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Dura labor
Familiares y personal sanitario trasladaban ayer a una de las víctimas del ataque terrorista, del viernes, contra un tren en la ciudad de Yessentuki, al sur de Rusia.
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Dolor y miedo en Rusia
Agencia / AP
Yessentuki, Rusia. Una familia planea dar sepultura a su hija en el traje nupcial que iba a vestir en unos días, mientras que otra madre descubrió ayer que su hijo estaba vivo pero que había quedado sumamente desfigurado por la explosión provocada por un atacante suicida en un tren de pasajeros en el sur de Rusia.
Los hospitales y las morgues estaban colmadas por familiares que buscaban a sus seres queridos, víctimas de un ataque suicida en la mañana del viernes, que dejó 41 muertos y casi 200 heridos cerca de la estación de Yessentuki, a 1.200 kilómetros al sur de Moscú.
Muchas de las víctimas eran escolares y universitarios de la zona.
La bomba, segunda en la misma línea desde septiembre, fue colocada con el propósito de crear alarma antes de las elecciones parlamentarias en la ya tensa región adyacente a Chechenia.
Funcionarios del Gobierno cerraron los mercados públicos en una de las fechas de mayor afluencia de compradores, y se intensificó la vigilancia policial en las calles.
Policías con perros entrenados registraban las desiertas estaciones ferroviarias, en cuyas boleterías se informó que nadie deseaba viajar en esa línea.
La bomba, al parecer detonada por un atacante suicida, dejó destrozado el vagón cuando estaba a 500 metros de la estación, en momentos en que los pasajeros se aglomeraban cerca de las puertas.
Muchas de las víctimas quedaron tan desfiguradas que ni sus padres pudieron reconocerlos.
Las autoridades rusas señalaron a los rebeldes chechenios como los posibles autores.
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