Domingo 7 de diciembre, 2003. San José, Costa Rica.



Los tres años de Fox

Estamos en la época de las evaluaciones. De manera que, al cumplirse esta semana el tercer aniversario del mandato del presidente mexicano, Vicente Fox, le pedí a varios exfuncionarios de Estados Unidos que evaluaran su gestión en una escala ascendente de 1 a 10.

Días atrás, una encuesta del diario Reforma entre 1.500 mexicanos le dio a Fox una calificación de 6,5 puntos, o un punto menos de la que recibió cuando asumió el poder en el 2000, tras siete décadas de gobiernos semiautoritarios.

Entre los líderes de opinión mexicanos, sin embargo, Fox está recibiendo juicios mucho más severos. Una encuesta reciente entre periodistas, académicos, políticos y empresarios, de Zogby Internacional, muestra que Fox tiene apenas un 38 por ciento de aprobación en ese sector de la sociedad.

Uno abre casi cualquier periódico mexicano, y gran parte de lo que encuentra son críticas despiadadas a lo que muchos describen como un estado de parálisis económica y política.

En efecto, la economía ha crecido un anémico 1,5 por ciento este año, las tasas de pobreza se habrían disparado, de no ser por las remesas de dinero de los mexicanos en Estados Unidos, que llegaron a un récord de $14.000 millones este año, y Fox no ha logrado aprobar en el Congreso las reformas fiscales, energéticas y laborales que prometió para recuperar la competitividad de México en la economía global.

Jeffrey Davidow, exsubsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos entre 1996 y 1998, y posteriormente embajador en México, le da a Fox una calificación de 7 puntos.

“Las dificultades que ha tenido, no son principalmente por culpa suya”, me dijo Davidow. “Heredó una situación política muy difícil, que se caracterizó por la inhabilidad del opositor Partido Revolucionario Institucional (PRI) de ponerse de acuerdo en nada que no fuera decirle ‘no’ al Presidente”.

Bernard Aronson, exsubsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos entre 1989 y 1993, le da a Fox un puntaje de 6,5.

“Es muy difícil ser el primer presidente democrático de un país que no había conocido la democracia”, señala Aronson. “Es el primer presidente que no tiene una mayoría en el Congreso, y algunos de los partidos opositores no quieren que le vaya bien. Sin embargo, ha contribuido a hacer que la democracia sea irreversible, y ha tenido algo de mala suerte: le tocó asumir el poder en momentos en que la economía de Estados Unidos entró en una recesión”.

Peter Romero, exsubsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos entre 1998 y el 2001, le da a Fox una calificación de 6 puntos.

“Es un hombre de gran integridad personal”, afirma Romero. “No obstante, como resultado de su estilo de delegar demasiado poder, no ha sido capaz de aprovechar su carisma personal para hacer avanzar su agenda legislativa”.

Richard Feinberg, exjefe de la Oficina de Asuntos Interamericanos del Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca entre 1993 y 1996, le da a Fox 6 puntos.

“Logró la transición democrática el día de su inauguración, y ése será su legado más importante”, comenta Feinberg. “En cuanto a su actuación como ejecutivo, hay mucha decepción sobre su gestión. Pero a los mexicanos todavía les cuesta lidiar con una presidencia post-imperial: por un lado, quieren democracia y, por el otro, la implementación inmediata de todas las medidas”.

Arturo Valenzuela, que ocupó la misma oficina de la Casa Blanca entre 1999 y el 2001, le da a Fox una calificación de 3,5.

“Las cartas que le dieron, no fueron muy buenas: heredó un sistema institucional que es muy difícil de manejar”, me dijo Valenzuela. “Pero lo culpo de dos cosas: ha habido una especie de falta de liderazgo ejecutivo, y ha postergado repetidamente las reformas más importantes. Como resultado, terminó atándose las manos a sí mismo”.

Mi propia calificación de Fox: yo le daría un 5,7, que no es nada mala en el contexto latinoamericano. Su principal error ha sido no usar su carisma personal y su reputación de honestidad para movilizar al país en torno a sus proyectos de reformas económicas.

Fox ha dejado un vacío de liderazgo, que está siendo ocupado rápidamente por varios de los peores personajes del pasado autoritario y corrupto del país.

A menos que Fox llene ese vacío muy pronto, corre el riesgo de no pasar a la historia como el hombre que completó la transición de México a la democracia.

En ese caso, sería como un asterisco en la historia, que, por falta de audacia, hizo que volviera al poder la misma gente que –en nombre de la “soberanía nacional”– había saqueado el país durante gran parte de su historia.

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