Miércoles 17 de diciembre, 2003. San José, Costa Rica.



 

Peticiones navideñas

Santiago Manzanal Bercedo

Faltan 7 días, número impar, cabalístico, uno de los preferidos en la Biblia –Dios creó cuanto hay... “y al séptimo descansó”–, para que Occidente, y aún más allá, celebre la natividad de Jesús. En buen romance, la Navidad.

Solo una semana para la Nochebuena, culminación de un breve período en que este lado del planeta se enternece un poco y deja escapar efímeras noblezas. Pero, por sobre todo, revive sueños, y se desborda en promesas y peticiones.

Sueñan los soñadores. Éstos, como siempre, desafortunadamente pocos. ¿Promesas? A porrillo. La mayoría se estrella a la vuelta de la esquina. Sobran los pedigüeños. Piden los que ya no deberían pedir, y piden quienes tienen todo derecho a ello.

Para no ser menos, pidamos.

¡En dónde comenzar! En la Asamblea Legislativa, por ejemplo. Que nunca más vuelvan a esconder zapatitos. Hay otros gozos y diversiones, ajenas a los chavales de Primaria, que deberían esperar hasta después de aprobarse la reforma al reglamento, el plan fiscal o la ley de enriquecimiento ilícito. Simplemente, por pedir algo. La lista pendiente es abrumadora.

Tampoco estaría mal tocar las puertas del MOPT. Las peticiones las haría, a nombre de todos, el Contralor General de la República, Luis Fernando Vargas. Vamos, si él está de acuerdo. Entrevistado por este diario, afirmó que en ese ministerio “es donde hay más situaciones de corrupción”.

Nada se perdería, pues menos da una piedra, con pedir una campaña en pro del silencio nocturno para los barrios acribillados por los decibeles de bares, karaokes y discotecas. El Ministerio de Salud y las municipalidades tendrían ahí el papel protagónico y eficaz que, desde hace mucho, esperan miles de ciudadanos.

¡Ah!, los celulares. Suenan formidables, vibran de maravilla y fotografían con nitidez... lo que menos importa. ¿Sería mucho atrevimiento pedirle al ICE que arregle, de una vez por todas, el problema de la cobertura? Pero nada es perfecto: se acabarían las hilarantes piruetas para captar la señal. Y, ya se sabe, la vida sin una pizca de humor...

Faltan muchísimas peticiones más. Pidamos, pidamos tanto, pero con sobrada razón, que nada debamos pedir en la Navidad del próximo año.

Para entonces, políticos, instituciones y gente quizás hayan entendido el refrán: “Casa en la que una lágrima abre gotera, se pudre toda entera”.

Y ésa es otra petición.

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