Días diferentes
Gloria Bejarano
Los días previos a la Navidad son diferentes y lo bueno de las compras es que nos obligan a pensar en los demás, en sus gustos y necesidades. Incluso, solemos poner más atención a lo que dicen, a fin de obtener alguna clave de lo que esperan para esta Navidad, y, cuando lo descubrimos, sonreímos complacidos.
El obsequio más agradable es aquél en que uno puede sentir que la persona que nos lo dio, más que un gasto, hizo un esfuerzo en pensar en nosotros, y dedicó un ratito de su tiempo para que su regalo signifique algo especial en nuestra vida y nos traiga felicidad.
De eso se trata la Navidad, de compartir y pensar en los demás, de buscar formas de hacer felices a otros, y lo mejor es que en algunos casos ni siquiera es necesario comprar nada: se puede regalar una sonrisa, una palabra amable, escuchar a quien se siente solo, o acompañar a quien necesita consuelo.
La Navidad es aún mejor cuando podemos ayudar a quien lo necesita. Hay tanta necesidad, tantas ilusiones sin esperanza, tanta pobreza, que un poco de desprendimiento puede llenar de alegría la carita más triste y el hogar más humilde.
Es una pena que el espíritu de la Navidad no dure todo el año y se desvanezca casi tan rápido como aparece. Estoy segura de que el mundo sería mejor si, durante todo el año, nos preocupáramos de entender más a nuestros semejantes.
Si tuviéramos, durante los 365 días del año, la misma disposición que mostramos en estas fechas; si permitiéramos que nuestra sensibilidad se mantuviera alerta ante las necesidades de otros; si volcáramos nuestra generosidad, buena voluntad y amor con más frecuencia, este mundo sería, indudablemente, un mejor lugar para vivir.
Convertir nuestros buenos propósitos en acciones, y trasformarlos en hábitos permanentes, es un magnífico regalo. Si lo pensamos bien, es el mejor regalo que podemos ofrecer a Jesús: ser mejores personas durante todo el año, servir, ser tolerantes y ayudar a todos en la búsqueda de la felicidad.
La celebración de la Navidad no es un pretexto para festejar, sino una razón para crecer en el amor, renovar nuestra fe y bendecir al Señor a través de nuestras acciones.
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