Lunes 22 de diciembre, 2003. San José, Costa Rica.



 

El garrote de Mr. Zoellick

José Luis Vega Carballo

Mr. Robert Zoellick, zar comercial estadounidense, nuevamente nos blandió el garrote con ocasión de la última ronda de negociaciones del TLC en Washington.

A pesar de las críticas hechas al estilo y fondo de las negociaciones del TLC con Estados Unidos (CAFTA, en inglés), debemos reconocer que nuestros negociadores, al final, cuando estaban acosados, presionados y puestos contra la pared y el reloj por Mr. Zoellick, se portaron con altura y sacaron la mejor defensa contra el gran garrote imperial: la bandera nacional.

Ojalá que, en adelante, vayan más envueltos en ella que nunca, pues la necesitarán, junto a la unidad nacional, para enfrentar la amañada agenda que inventó Mr. Zoellick para hacernos la mayor extorsión de todas o, según el diccionario, “presión que, mediante amenazas, se ejerce sobre alguien para obligarle a obrar en determinado sentido”.

¿En qué consistió la extorsión?

Primero, en la presión a nuestros negociadores para que, sin la debida preparación, firmaran la apertura o privatización disimulada del INS y de cuanto servicio público se le antojara a Mr. Zoellick, y sacrificaran más sectores sensibles que los ya entregados en el 95 por ciento del texto aprobado.

Una conducta reprochable, usada por negociadores duros, de estilo cow boy, para obtener ventajas o concesiones justo antes de firmar un acuerdo, bajo la argucia del “tómelo o déjelo”.

Segundo, en la intimidante extorsión del zar, cuando amenazó de nuevo con excluir al país del TLC, si no se iba de cabeza y en picada dentro del enlatado de sardinas con el grupo CA-4, integrado por los demás países centroamericanos, y si no se apresuraba a aceptar el mismo trato, nivelado hacia abajo, que había impuesto a ese dócil grupo de banana republics.

Pero el garrote fue más allá de lo esperado, cuando Mr. Zoellick torció el brazo del ministro Trejos espetándole, con manifiesta insolencia imperial, que no esperara un trato diferente en enero para nuestro país, ni variaciones en la posición norteamericana, bien reflejada en el TLC firmado por él con el CA-4.

Así nos enfrentó Mr. Zoellick, con un bello y generoso destino manifiesto, en abierta contraposición con lo que hizo recientemente en Miami durante la reunión del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

Ahí, cedió ante poderosas naciones latinoamericanas, consintiendo que hagan lo que a Costa Rica le conviene hacer ahora: levantar la cabeza, afirmar su soberanía, salirse de la lesiva y extremista vía del CAFTA, olvidarse del CA-4, y rechazar cualquier acuerdo comercial de rango constitucional, más si es impuesto mediante extorsiones y ultrajes como el CAFTA.

Ojalá no olvide Mr. Zoellick que, con su venia, en ALCA los países pueden negociar sin secretismo y excluir renglones, sectores o productos sensibles, como lo hizo Brasil, sin exponerse a su garrote.

Además, debe saber que, en otras ocasiones históricas, los costarricenses hemos enfrentado garrotes semejantes al suyo, salidos de la vieja diplomacia del dólar y la cañonera, como nos enseñó a hacerlo don Juanito Mora en 1856.

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