Martes 15 de julio, 2003. San José, Costa Rica.

Don Juan Piedra atiende a sus pacientes como verdaderos reyes. Él trata de resolverle a las personas cualquier problema que le cause dolor al caminar, acostarse o sentarse.

“Nada es imposible”

Álvaro SÁNCHEZ CÓRDOBA / Al Día

Ciudad Quesada.- Solo con el tacto de sus dedos es capaz de curar el dolor de las personas producto del estrés o problemas lumbares.

Juan Piedra, tiene 32 años y 14 de dedicarse a los masajes, es oriundo de Venecia y decidió instalarse en Ciudad Quesada para emprender su negocio.

“Cuando estaba joven y mi papá nos dejó, todo el mundo me decía que yo iba a ser un mantenido, pero les pude demostrar con el pasar del tiempo que por el hecho de ser ciego, no quiere decir que uno es incapaz de trabajar o superarse”, dice Piedra.

Este hombre, quien nació con un serio problema en sus ojos, que le causó 95 por ciento de ceguera crónica (retinosis pigmentaria), estudió varios años el arte de los masajes en el Instituto Nacional de Ciegos (INC), Hellen Keller, además, llevó cursos en el Colegio Universitario de Alajuela (CUNA) y el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA).

“Ha sido duro que la gente me entienda y comprenda mi trabajo y, que me tenga confianza como uno es ciego, lo que deben saber es que esto es de tacto no de ver”, asegura.

De todos lados

El trabajo de Juan es conocido en todo el país, ya que recibe consultas de personas que llegan de San José, Alajuela, Puntarenas y Guanacaste.

“A veces me quedo asustado pues viene gente de afuera y no se ni cómo se dieron cuenta, pero eso quiere decir que mi trabajo es bueno”, comenta.

Su mayor satisfacción es que las personas lo llamen al siguiente día diciendo que se recuperaron de los dolores que padecían.

“Me siento de los más bien cuando la gente lo llama a uno para agradecerle; a uno como no vidente le cuesta más adaptarse”, añade.

Actualmente, don Juan atiende en una oficina en el centro de Ciudad Quesada. El local se llama Centro de masajes terapéuticos PIMI.

El valor de la consulta es de ¢5 mil, los cuales le ayudan a vivir con dignidad y ganarse la vida por su propia cuenta, asegura.

“Yo atiendo a personas con cualquier dolor, aquí vienen desde ancianos hasta futbolistas, deportistas y en más de una ocasión niños con algún problema en la columna”, manifiesta.

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