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Reunión familiar
Arnoldo Alemán permanece confinado en la Hacienda El Chile, 30 km al norte de Managua. Al Día visitó el sábado la casa del exmandatario, el día en que su familia lo visita.
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Rey sin trono
Expresidente nicaragüense será padre por sexta vez
Mónica UMAÑA D. / Al Día
Managua, Nicaragua. Arnoldo Alemán tuvo que cambiar la silla de Presidente en la Asamblea Nacional por una hamaca en la Hacienda El Chile.
Forzado a alejarse del ambiente político por graves hechos de corrupción que se le atribuyen, maniobra como líder a la distancia del Partido Liberal Constitucionalista (PLC).
Lo hace por medio de los mensajes que manda con su esposa y sus hijas, quienes ahora están de lleno en la política.
El sábado anterior Al Día intentó conversar con el expresidente. A pesar de tener autorización de la Jueza del Juzgado primero del distrito del crimen de Managua, Juana Méndez, Alemán no aceptó recibirnos en su Hacienda. Su familia alegó que cualquier declaración que el liberal de a los medios de comunicación puede ser usada en su contra.
Alemán está confinado en esa hacienda por orden de la jueza que le sigue causa por supuesto lavado de dinero, fraude al Estado y delito electoral.
El 31 de marzo, el expresidente Alemán fue denunciado por El Nuevo Diario, de recibir visitas a toda hora del día, beber tragos con sus amigos y hablar por teléfono celular cuando le place, según la denuncia del rotativo nicaragüense.
“Alemán no está preso, goza de casi todas las condiciones de una persona que nada tiene que ver con el cumplimiento de una sentencia judicial porque hasta sus tragos se toma con sus amigos que lo visitan, sobre todo con diputados”, indicó el matutino, citando fuentes anónimas del Gobierno.
Alemán, que antes se levantaba desde las 5 a.m. para atender sus ocupaciones en la capital nicaragüense, ahora duerme dos horas más y tiene tiempo para meditar y encargarse de su finca, el ganado y el café.
La mañana se le va leyendo el periódico y recibiendo reportes de su hacienda.
Su esposa, María Fernanda Flores lo acompaña en las primeras horas del día, y aprovechan la luz mañanera para conversar dentro del cuarto, el único lugar donde tienen privacidad desde que se instalaron dos cámaras dentro de la vivienda.
A las 11 a.m. escucha el programa radial que conduce Milo Gadea, y recibe los mensajes de partidarios que le expresan su apoyo. Casi de inmediato se sienta a almorzar con su esposa, su hija de 2 años y medio Andrea Fernanda, y su nieto Iván, de 3 años.
En el almuerzo los acompaña Carlos Miguel, el hijo de Alemán, quien tiene acceso irrestricto a la hacienda, por estar todavía bajo la tutela de su padre.
Considerado por sus hijos como un hombre optimista y con una gran fortaleza, el exmandatario empieza la tarde en uno de los cuatro corredores de su casa de campo, leyendo “La Historia del liberalismo”, del general nicaragüense José María Moncada.
Con tiempo para todo, Alemán supervisa la comida que se le da a las vacas de su hacienda. Acaba de comprar 150 pollos y está entusiasmado con su última adquisición: un pony.
El sol cae y la esposa de Alemán llega cargada de información sobre lo último que ha pasado en las filas del liberalismo, así como una actualización de la situación judicial.
El político sobrevive con las noticias internacionales y le huye a las nacionales. Su hijo es quien se encarga de llevarle las películas de la semana: acción, suspenso y detectives son sus favoritas.
Política en las venas
El fin de semana adquirió un significado especial para el exalcalde de Managua. Cada sábado al mediodía se puede reunir con sus hijas y yernos, y tras el intercambio de los abrazos, la conversación se centra en la política.
“Conversamos 79 por ciento política y como ahora todos salimos en la televisión, comentamos como estuvieron nuestras apariciones en los programas”, afirma María Alejandra Alemán, la hija de 28 años del expresidente.
Alemán fue aclamado, de lejos, el pasado viernes durante la convención anual del PLC, y como desafío al actual gobierno, Alemán envío un mensaje grabado que fue alabado por sus partidarios.
En sus encuentros semanales, da ánimo a su familia, y les recuerda que tienen que tener prudencia, paciencia, perseverancia y plegaria.
Conocido como “Gordoman”, el exmandatario vio morir en menos de un mes a su hijo y a su hermana. Lloró tanto que el “clan” de los Alemán asegura que desde entonces no lo han visto renegar o llorar. (Ver recuadro).
Le ha dicho a su esposa que cuando salga de la casa por cárcel, recorrerá hasta el último rincón del país, en agradecimiento con las personas que lo han apoyado durante su confinamiento.
En una sociedad donde los hijos varones tienen un peso especial en la vida de sus padres, Alemán espera que dentro de seis meses su esposa lo sorprenda anunciándole que dará a luz un varón, a quien indudablemente nombrará “Arnoldo”.
Dos golpes
Arnoldo Alemán, además de haber perdido contacto con el pueblo nicaragüense por estar confinado en su hacienda, también ha sufrido dos pérdidas de gente muy cercana.
La sorpresiva y trágica muerte de su hijo Arnoldo José, el 22 de octubre del 2002, lo doblegó a él y a su familia.
Dos días después de haber regresado de un exilio forzado, el joven de 24 años estaba compartiendo con su padre en uno de los corredores de la casa, cuando un trabajador de la hacienda cayó en la pila llena de monóxido de carbono que estaba reparando.
Arnoldo José se lanzó a ayudar al trabajador, y consiguió sacarlo con vida, pero él pereció.
Pasaron 45 minutos y el joven Alemán no salía.
“Arnoldo estaba como un tigre enjaulado, gritaba y pedía que alguien le dijera si su hijo estaba vivo”, relata la esposa del expresidente. “Fue espantoso. Cuando lograron sacar a su hijo, Arnoldo no se pudo mover, quedó paralizado”, agrega.
Tras la muerte de su hermano, María Alejandra Alemán le dijo a su padre que se fuera al exilio.
“Es mi tía Amelia –ya fallecida– quien me hace rectificar, y me pide que sea fuerte, que tenga fe y que no le aconseje esas cosas a mi padre”, relata María Alejandra.
Menos de un mes después muere su hermana Amelia Alemán, de un cáncer fulminante en el pulmón.
“Cuando murió mi hermano, mi papá sintió una incapacidad inexplicable porque no pudo ayudarlo. Se lo encomendó a Sor María Romero y lloró como nunca antes lo había visto”, afirma Carlos Miguel Alemán, mientras sostiene entre sus dedos un rosario blanco que le dio su hermano pocos días antes de morir, y que ahora cuelga de su pecho.
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