Larga espera
Mónica Umaña
Un señor estornuda y tres personas junto a él le dicen “salud”. Cualquiera pensaría que el caballero vestido de traje es un hombre bien educado, pero ni siquiera agradece el gesto de los extraños, y sigue leyendo la revista “Cambio” que acaba de comprar en la tienda del aeropuerto.
Mientras, a su izquierda, un hombre de camisa roja teclea tan rápido como secretaria de juzgado. El resto de pasajeros tiene la mirada perdida, como esperando que del cielo les caiga una idea sobre qué hacer para entretenerse mientras llega el transporte.
Yo me pierdo en el papel, y trato de acomodar mis ideas en una libreta. Pero por más que intento escribir una columna sobre la muerte de Kattia Vanessa, ninguna de las frases que se me viene a la mente son publicables, así que con indignación por la muerte de la niña, me dedico a ver caras y buscar explicaciones.
Trato de que la lluvia de ideas no empape mi libreta, pero la realidad que acabo de dejar atrás me tiene atenta a los comentarios de los vecinos, quienes hablan con indignación de un nuevo escándalo en la policía nacional nicaragüense.
Los que están ahí sentados aterrizarán 45 minutos después en Alajuela, dejando atrás el calor de la capital, el parque Sandino y el ron Flor de Caña que los acompañó mientras vieron la pelea de Ricardo Mayorga.
Muchos de los que llegaron solos al aeropuerto, aprovecharon las dos horas de espera para hacer amigos, y se contaron desde el día en que se les cayó el ombligo hasta la última pelea con el jefe.
Un llamado en falso hace que quienes van para Panamá se enreden con el resto de pasajeros. Tras la confusión todos se vuelven a sentar, molestos y atarantados.
Una mujer vestida de impecable blanco viene apresurada para no perder el vuelo. Cruza junto a tres maletines y se enreda con el equipaje ajeno. El suelo la recibe con los brazos abiertos y todos quedamos asombrados con la escena.
Un poco de ayuda alivia la vergüenza. ¡Que más da! sus compañeros de vuelo ya están sentados, así que nadie se enteró del incidente.
Se apagan las computadoras y se ajustan los cordones. Es hora de abordar...
“Buenas tardes damas y caballeros, les damos la bienvenida al vuelo número...”
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