Lunes 21 de julio, 2003. San José, Costa Rica.

Desgarrador

Erick CARVAJAL / Al Día

Océano Pacífico. Ayer a las 6 a.m., a escasos minutos de haberse despertado en la patrullera “Santamaría”, Juan Francisco Poveda Acevedo, el náufrago rescatado el sábado, narró a periodistas de Al Día, los días más terribles que ha pasado en su vida y el dolor de ver morir, uno a uno, a sus compañeros.

Este es un extracto de sus declaraciones sobre la desaparición de cinco de los pescadores que lo acompañaban en sus faenas:

“En las tres defensas (protectores de estereofón para que el barco no sufra daños al pegar contra el muelle) y en las boyas, cerca del barco, estábamos los ocho y el capitán andaba más cerca del barco con un estereofón y nos dijo que no nos alejáramos, pero como nosotros éramos más pesados la corriente empezó a arrastrarnos y dos tomaron la decisión de seguir al capitán.

“En ese momento dijimos: ‘Estamos a la voluntad del Señor, si nos vamos todos al barco, podemos morir todos de una explosión. Anduvimos flotando y nos alejábamos cada vez más del “Fu Fa Chen”.

“Al día siguiente, vimos a lo lejos dos barcos mercantes pero no nos vieron y como a las 6:30 a.m. fue la última vez que vimos al “Fu Fa Chen”.

“El capitán y dos muchachos ya estaban en el barco, entonces nos hacían señas para que nos acercáramos, pero era una distancia muy larga, cuatro o cinco millas y ya era de noche, así que no regresamos.

“Ya al segundo día los perdimos de vista, nosotros no vimos al “Fu Fa Chen” hundirse, por eso teníamos la fe de que el capitán y los compañeros estuvieran en mejores condiciones, pues creíamos que en el casco tenía que haberles quedado un poco más de comida.

“Ya flotando, empezamos a pensar mejor las cosas, bueno aquí hay que ver cómo comemos. Algunos no querían, tenían miedo de comer cosas crudas. Agarramos algunas tortugas para bebernos la sangre o pescados pequeños.

“Los pescados pequeños los atrapábamos bajando la tabla de estereofón. Con el pie dejábamos entrar el agua con los pescados, de inmediato cerrábamos la entrada de agua y los peces quedaban en el estereofón. A las tortugas las atrapábamos con un mecate.

“En una de estas ‘balsas’ íbamos cuatro y en otra dos. Así íbamos poco a poco”.

La patrullera “Santamaría” trasladó ayer a Golfito al cuarto sobreviviente del “Fu Fa Chen”, Juan Francisco Poveda.

Llegó la muerte

“El primer muchacho que falleció fue Álex, le decían ‘Lamas’. Ese pasó todo un día asoleándose, parece que murió de insolación. Como a las 3 de la mañana llovió y llovió y cuando nos fuimos a asomar ya había fallecido.

Después nos abrazamos todos del frío pero él no aguantó. Lo tiramos al agua.

“Cuando murió él todos pensamos que íbamos uno detrás del otro. Todos se preguntaban cuál sería el siguiente. Todos, en la mañana, rezábamos y le pedíamos a Dios que nos mandara un barco.

“Las tortugas que atrapábamos no eran suficientes porque tienen aproximadamente dos litros de sangre y éramos muchos. Las atrapábamos con una cuerda y las matábamos con las boyas, pero teníamos que despedazarlas con los dientes.

“El segundo fue un muchacho que se llamaba Rony, que era primo del cocinero, tenía varios días sin comer, como ocho días. Comenzó a delirar, tomaba agua de mar y nos invitó a seguirlo. Él se fue nadando como cualquier cosa. Ahí se ahogó.

“Fue un asunto de psicosis, él no estaba bien. Le decíamos que cómo se iba a ir nadando, pero el nos decía que lo acompañáramos. Todos estábamos trastornados.

“El maquinista también estaba delirando y se tiró al agua a nadar. Estaba desesperado, nos dijo que lo siguiéramos, era muy impresionante porque solo dijo, ‘con permiso, ya me voy’, y se soltó de las boyas y comenzó a nadar, de igual forma creemos que se ahogó.

“Él me dijo que si yo salía con vida le diera a su mamá una imagen de la Virgen de los Ángeles, que le había dado el día de su cumpleaños. Me contó que no tenía hijos, pero que vivía con una muchacha y antes de venirnos su compañera le dijo que la hija de ella estaba embarazada de cuatro meses. Me dijo que le dijera que si nacía varón le pusiera Jeffrey. También siempre recordaba a su papá.

“Después del maquinista quedamos nada más tres: el cocinero, el muchacho al que le decían ‘Murdok’, que era machillo y yo. Comenzamos a hacer números. El muchacho era bien robusto y necesitaba comer más para mantenerse, ocupaba más calorías, entonces lo dejábamos encima de la balsa y ‘Murdok’ y yo nos íbamos nadando a buscar tortugas.

“Un día nos agarró una tormenta, yo pensé que era el fin del mundo, y los vientos eran muy fuertes, terribles. El cocinero nos dijo que lo cobijáramos porque tenía frío, pero no teníamos ropa solo una camiseta a la mitad. Esa madrugada como a las tres de la mañana él murió y solo quedamos dos.

“‘Murdok’ estaba muy preocupado. Ya los días no los contaba, solo amanecer, amanecer y amanecer. Los dos teníamos visiones, barcos que se acercaban. Cuando llovía almacenábamos el agua en una boya que partimos a la mitad, pero cuando se terminaba tomábamos agua de mar.

‘Murdok’ tenía una infección en la nariz, le salía mucha sangre, estaba muy débil, se puso muy flaquito y hace como trece días también se fue a nadar. ‘Perdón, ya me voy –me dijo– no voy a andar sufriendo aquí, mejor me voy de una vez’. Y en ese momento me quedé solo. Pensaba en mi papá, pensaba en mi hija y en mi compañera.

Línea salvadora

“Así fui pasando el tiempo, agarrando tortugas y pescados. Anteayer observé dos palos grandes que parecían veleros y moví los brazos, pero no me vieron. Me acosté y tomé un poco de agua con sal.

“Cuando desperté vi a lo largo una línea de pesca, los barcos pescadores sueltan las redes en las mañanas y por las tardes las recogen, por lo general son varios kilómetros de redes.

“Ahí me dije: bueno aquí hay que agarrarla. En ese momento tomé el estereofon y me tiré al agua. El problema es que había muchos tiburones debajo, cuando llegué a la línea la tomé y me la llevé a la boca y me fui para atrás de nuevo. La llevé a las boyas y la amarré. Tenía muchas dudas porque no sabía si era una línea perdida o reventada. En ese momento estaba muy mal y ese mismo día pensé que iba a morir. En la noche el barco comenzó a recoger las líneas y a eso de la medianoche me divisaron.

“A nadie le deseo lo que viví en alta mar, ver a mis compañeros morir fue algo terrible. Ver llorar a una persona, sin ninguna esperanza, es muy duro. Todos ellos pensaban en sus familias, era lo único que tenían en sus cabezas.

“Yo tenía una gran fe de que me iba a salvar, pero a veces la fe me decaía y le pedía en oración a mi Señor que me diera más fuerza. Cuando oía el avión que pasaba cerca yo movía un trapo y el avión hacía un viraje como si me hubieran visto pero se iban y sabía que tendría que esperar otras 24 horas para que volviera a pasar. A veces sentía que mi mamá me daba arroz con frijoles y tortillas pero era una alucinación porque cuando me daba cuenta, me estaba comiendo la camisa.

“En ese momento daba todo el dinero del mundo por un poco de agua. Luego de ser rescatado por estos pescadores me llevaron al “Santamaría” y después al barco estadounidense donde me hicieron exámenes y me pusieron estable para poder viajar hasta Golfito. Realmente esto fue un milagro, me siento desgastado, pero, según los guardacostas, no tengo ningún problema.

“Le agradezco a todas las personas que me ayudaron, realmente no tengo como pagarles...”.

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