Lunes 21 de julio, 2003. San José, Costa Rica.

Diálogo nacional

José Luis Vega Carballo

Si preguntamos a cualquier político si ejercita el diálogo y la negociación, nos dirá sin dudarlo que sí, que lo hace todo el tiempo y de la mejor manera. Pero, si miramos de cerca a la comunicación que los políticos mantienen entre sí y con actores de la sociedad civil, el panorama es otro.

Predomina en nuestra política un diálogo de sordos, consistente en que un político de turno oye superficialmente, casi por compromiso y sin poner mucha atención, a lo que un actor o grupo de ciudadanos desea transmitirle como inquietud. El político les hace alguna vaga promesa para salir del paso y, apenas han dado media vuelta, sigue haciendo lo que hace, como si nada hubiera pasado en su entorno.

Algo peor sucede cuando algún jerarca hace una consulta para oír a un sector que va a golpear y castigar con alguna decisión, para luego burlarlo. Como es común que el sector se halle ubicado fuera del gobierno y allí no tiene mucho poder ni influencia, entonces le aplica la “ley del hacha”.

Ésta consiste en que el político accede a conversar, recibe a la otra parte en audiencia y quizás examine por encima alguna información, para así darle la sensación de que fue escuchada y su interés atendido. Pero, seguidamente le aplica de todos modos la medida premeditada de cuajo, con lo cual la parte afectada pasa a formar parte del grupo de los perdedores en el juego de los intereses creados.

Mucha de esa burla bajo el hacha se observa, por ejemplo, en las consultas directas o vía de internet, que realizan algunos funcionarios del Ministerio de Comercio Exterior, cuando interactúan con sectores a los que anuncian como probables perdedores en las negociaciones de un TLC con Estados Unidos; las cuales por eso dejan muchas dudas en materia de comunicación, de transparencia y discusión pública con actores fuera de la clase alta empresarial.

Muy distinto a todos esos, debe ser el diálogo nacional, requerido para resolver problemas y conflictos con más democracia, más debate público, más atención a sectores lesionados, más rondas y mesas de negociación bien orquestadas y, sobre todo, con fórmulas políticas y técnicas más allá de las rígidas propuestas del equipo económico, y que no estén solo centradas en lo fiscal y tributario.

Si el Presidente desea reforzar el diálogo nacional para enfrentar sus retos, tendrá no solo que cambiar de gabinete y deshacerse de malos asesores, sino cultivar e intensificar más sus contactos con sectores organizados de la sociedad civil, al tiempo que eleva su presencia y la de sus ministros en la conducción del proceso negociador, por encima de partidos y argollas que ya no representan ni escuchan a esos sectores.

Lo peor sería que el tono conciliador sucumbiera en Zapote, después del abrazo que la cúpula caldero-rodriguista del PUSC le está dando al Presidente Pacheco. Pues hace poco éste la repudiaba y satanizaba, precisamente porque deseaba disfrutar de mayor autonomía frente a esa amalgama de intereses clientelistas; una distancia necesaria para cualquier diálogo amplio y transparente, con estilo horizontal de negociación inter pares, sin pretensiones hegemónicas, sin embarcadas, ni teniendo que llegar a cuestionables pactos, como el Calderón-Figueres. Todo eso, sin embargo, podría volverse difícil o imposible para un Presidente abrazado.

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