Sábado 8 de noviembre, 2003. San José, Costa Rica.



Los jóvenes nicaragüenses Josué Castillo y Ernesto Ramos pintaban esta semana un nuevo “grafitti” en la zona oriental de Managua. Ricardo CUADRA / Al Día

“Graffitis” adornan Managua

Ricardo CUADRA, corresponsal / Al Día

Managua - Caras distorsionadas fueron los primeros trazos al “spray” que realizó Josué Castillo, de 18 años, en cuanta pared tenía enfrente. Las incontables ocasiones en que fue enviado por maestros y supervisores a la Dirección del Instituto Elvis Díaz, y las cartas de compromiso en las que aseguraba no volver a rayar las paredes del centro, no bastaron para detener lo que este muchacho considera su inclinación artística.

Pintar muros es una especie de obsesión desde hace tres años para este muchacho, que estudia una carrera técnica en computación en el Instituto Manuel Olivares.

Es muy difícil caminar por la zona oriental de la capital y no encontrarse un dibujo multicolor -sin ningún sentido para algunos- pintado por Castillo, quien es miembro de ACP (Arte Callejera Production) uno de los múltiples clubes de “graffiteros” que aglutina a más de quinientos jóvenes sólo en Managua.

Muchos los tachan de vándalos o vagos, pero ellos argumentan que sus “graffitis” son una búsqueda de identidad. “El ‘graffiti’ es un arte, muchas personas consideran que esto es cosa de vagos, pero la verdad es que no es así, es una forma en que algunos jóvenes nos expresamos”, afirma Castillo.

“Cuando pintamos las paredes, pedimos permiso a sus propietarios. Dibujamos con muchos colores y tratamos de enviar un mensaje a la sociedad”, dice.

“El futuro de los jóvenes es incierto, no tenemos la atención que merecemos de parte de las autoridades, no hay muchas oportunidades para nosotros”, recalca.

Identidad

Los que se dedican a esta actividad comentan que el “graffiti” es una forma de alegar inconformidad ante la sociedad.

“Muchos creen que esto está ligado a lo delictivo, pero nuestros dibujos de ninguna manera incitan a la violencia”, asegura Ernesto Ramos, 19 años.

Pero no todos consideran que el “graffiti” es una actividad delictiva. Algunos propietarios de viviendas buscan a los jóvenes para que adornen sus casas con un colorido dibujo.

“Aunque son pocas las personas que nos pagan, eso no nos importa mucho. Nos interesa tener una pared donde poder expresarnos y proyectar nuestro arte. Por lo general lo que hacemos es pedirles los tarros de ‘spray’ para ponernos a pintar”, afirma Ramos, estudiante de segundo año de diseño gráfico en un centro de educación superior de Managua.

Tiendas capitalinas, bares y restaurantes solicitan los servicios de los jóvenes.

En un inicio, los jóvenes solo pintaban por las noches en edificios viejos y abandonados de la Vieja Managua, por temor a ser reprendidos por la policía.

“Eso era al principio: ahora salimos de día porque sabemos que la gente sabe que no somos chavalos vagos, aunque la policía siempre se detiene para preguntarnos si estamos autorizados por el dueño de la casa”, añade Castillo.

“Muchas veces (los policías) se llevan los tarros de ‘spray’. Una vez estábamos pintando un muro cerca de los semáforos de El Redentor y un policía vino violento y hasta cargó el AK. Entonces lo que hicimos fue dejar de pintar y regresar hasta que él se fue”, recuerda.

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