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Navidad a las puertas
Eduardo Castro
Se acerca una de las épocas más maravillosas del año. Se aproxima la conmemoración del nacimiento del Hijo de Dios.
Ahí, a la vuelta de la esquina, están ya los nortes, creadores de ese clima perfecto que a muchos nos provoca nostalgia y deseos de retornar a la infancia.
Creyentes de otras religiones diferentes a la católica confiesan que nos envidian esa gran celebración. Y es que, en todo el mundo, los católicos, y quienes no lo son, se sienten sobrecogidos por el ambiente navideño.
Ver cómo, desde ahora, las ventanas y jardines en los residenciales comienzan a vestirse de luces multicolores nos introduce en un ambiente formidable, que deseamos que se prolongue no por más de un mes, sino por muchas semanas y meses.
Se aproxima también el pago del aguinaldo para los asalariados y, con él, desgraciadamente el desfilfarro y, para muchos, un boato transitorio.
Junto a una época de sobrecogimiento, de alegría para otros, y de tristeza para algunos, llegan también los afanes de desperdicio y los vicios que hacen sufrir a muchas familias.
Lo ideal es que, quienes tengamos suficiente, no incurramos en el despilfarro y, si sentimos que podemos ayudar a un necesitado, lo hagamos sin dilación.
Si hacer el bien durante el año es propio de un espíritu cristiano, hacerlo en la época en que recordamos el nacimiento del Señor es una obligación.
Por eso, lo menos que podemos hacer es buscar a una persona o a una familia necesitada, a fin de permitirle tener, al menos, una cena navideña sencilla, pero digna.
Actuar en ese sentido no arruinará el bolsillo de nadie y, más bien, le producirá una satisfacción que le hará vivir con mayor intensidad y alegría estos lindos días que se avecinan.
Hágalo usted, pues realmente vale la pena. Esa buena acción le será pagada con un profundo gozo en su alma, además de que lo ennoblecerá por ayudar a quien siempre le quedará agradecido.
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