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Humberto Ortega Saavedra, quien fue el poderoso general y jefe del Ejército de Nicaragua de 1979 hasta 1994, vive en una casa que está bordeada por esta muralla, en el kilómetro 13 y medio de la carretera a Masaya, al sur de Managua. Fotos José MELÉNDEZ / Al Día
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Operación bloqueo
José MELÉNDEZ, enviado / Al Día
Managua - Ernesto Castillo fue
ministro de Justicia y embajador de Nicaragua en Moscú,
durante la Revolución Sandinista. Aunque todavía
es miembro del Frente Sandinista de Liberación
Nacional, con el carné de militante número
57, es un crítico de lo que califica como enriquecimiento
de algunos sectores de la cúpula sandinista.
Castillo conversó con Al Día el pasado 12 de noviembre, a las 5:30 de la tarde, en el restaurante La Fragata, de esta ciudad, sobre aspectos centrales de “La Revolución Perdida”, un libro publicado en octubre de este año por el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal.
En ese libro, Cardenal, quien fue ministro de Cultura durante la Revolución Sandinista, revela detalles sobre hechos que convirtieron en millonarios a algunos comandantes del FSLN, como Tomás Borge, Humberto Ortega Saavedra y Bayardo Arce.
Miembros de la jerarquía sandinista, autoridades de gobierno y líderes sindicales, escribe el poeta, “se quedaron con cuentas bancarias, casas, vehículos, empresas comerciales, supermercados, haciendas cafetaleras y ganaderas, ingenios de azúcar, fincas bananeras, restaurantes, televisión, radios, empresas comercializadoras de carne y de banano, y empresas financieras y bancarias”.
Pero, ¿cuál fue el origen de esa situación? Al Día intentó obtener una versión de Humberto Ortega Saavedra sobre estos hechos, pero no fue posible localizarlo ni en Nicaragua ni en Costa Rica, dónde reside la mayor parte del tiempo.
El expresidente de Nicaragua, Daniel Ortega Saavedra, reside en un complejo de casas dentro de estas paredes multicolores, en el barrio Bolonia, de Managua.
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Encubrir
Pero Castillo sí revela detalles de la “Piñata” y cuenta que el bloqueo impuesto por Estados Unidos a Nicaragua a inicios de la década de 1980, obligó al gobierno sandinista a abrir frentes operativos ocultos o encubiertos en el exterior, para brincarse el embargo norteamericano.
“En estas operaciones, normalmente se entra en contacto con gente mafiosa de afuera.
Lo que no se sabía es que se estuvieran enriqueciendo con ese pretexto”, afirma.
Desde el exterior, dirigentes como Moammar Kaddafy, de Libia, o el Ayatolah Ruhollah Khomeini, de Irán, o partidos comunistas “amigos”, como el de la Unión Soviética, “mandaban dinero” a Nicaragua, en cifras que podían ser $30 millones en una ocasión o $100 millones en otra, dice.
Todavía no se había producido la derrota electoral de febrero de 1990, “y algunos comandantes ya se estaban enriqueciendo. Había malestar interno”, recuerda.
Pese a que en la fase de transición (25 de febrero al 25 de abril de 1990) del régimen del FSLN al gobierno de Violeta Barrios de Chamorro, se formó una Comisión de Ética, “de nada sirvió”, explica.
“Ya se estaban saqueando bancos y empresas. Se hacía de la manera más descarada, con el pretexto de que se entregaría a los trabajadores.
Pero los trabajadores se quedaron sin nada y se produjo un robo al hambre”, narra.
En la actualidad, la influencia de las empresas sandinistas como tales “es cada vez menos. Mucho se ha dilapidado por falta de capacidad”.
“Ha habido una cadena de robo de uno y otro lado”, describe, al puntualizar que los comandantes sandinistas han recurrido a testaferros y otros mecanismos para encubrir el control de compañías y propiedades.
Castillo remata con una explicación y un anuncio: él fue uno de los que se encargó de ir revisando los originales del libro de Cardenal y ahora está investigando el detalle del conglomerado de empresas sandinistas que hoy se conoce, aunque en muchos casos sin nombre y apellido.
Historias de piñata
Managua - El 8 de febrero de 1933, doña Berta Bermúdez de Solís, una nicaragüense de Managua, compró la finca “Santa Feliciana” a doña Felicia de Bermúdez. Ubicado en una de las zonas periféricas de la capital de Nicaragua, el terreno tiene 149 manzanas y 478 varas cuadradas.
En julio de 1979, y como una de sus primeras acciones, la Revolución Sandinista confiscó esas y otras propiedades pertenecientes a la familia Somoza o a dirigentes vinculados al régimen somocista.
El 9 de febrero de 1990, a 16 días de la derrota en las elecciones del 25 de ese mes, y por Acuerdo Presidencial #234, la Revolución Sandinista autorizó al Procurador General, Omar Cortez Ruiz, a donar la “Santa Feliciana” a la Asociación de Artistas de la Danza, constituida legalmente el 4 de marzo de ese mismo año.
El 20 de marzo de 1990, Cortez entregó los terrenos a Blanca Guardado, presidente de la Asociación.
Desde entonces, la finca -que incluye el lote donde fue edificada la nueva Catedral de Managua en los primeros años del decenio de 1990- ha sido vendida en lotes a precios de mercado.
En octubre del 2001, el diario La Prensa, de Nicaragua, reveló que Javier Hernández, gerente general de la empresa Mercadeo Internacional Computarizado (Merinco, S.A.), de esta capital, aseguró haber pagado $300 mil por tres lotes de la “Santa Feliciana”. El pasado viernes 21 de noviembre a las 6:00 p.m., y al ser consultado telefónicamente por Al Día desde San José a Managua, confirmó que “hace como 8 o 9 años” pagó “$300 mil” a la Asociación por tres manzanas de terreno. “Pagué a los dueños anteriores”, dijo.
Hernández aclaró que el valor actual de esa propiedad es “superior”, porque el costo de las tierras “ha subido mucho aquí en Nicaragua”.
Por su parte, Sayda Pérez, abogada de la Asociación, ha asegurado a diversos medios de prensa locales que esa entidad no ha recibido “ni un centavo” de esa supuesta transacción que, según La Prensa, fue realizada por políticos sandinistas.
El resto de la finca fue vendido a pequeños propietarios, para construir un asentamiento.
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