Viernes 10 de octubre, 2003. San José, Costa Rica.


Respuestas inmediatas

Edwin Arguedas

El país se enfrenta a la necesidad de dar respuesta a varios desafíos simultáneos, con el agravante de que debe hacerlo con una celeridad que la pausada sociedad costarricense no demuestra poseer.

En primer lugar, tiene que decidir la apertura del ICE a fin de concretar las negociaciones del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.

La urgencia la dio Robert Zoellick, representante comercial de esa nación, pero desde hace tiempo se percibe que el interés nacional ya no puede confundirse con el monopolio ni con el encierro.

La apertura no se circunscribe al acto mecánico de bajar la cabeza y aceptar la sentencia de Zoellick. Se trata de amalgamar toda una constelación de actores y movimientos sociales que ahora son motores de resistencias, pero que lo pueden ser de transformaciones y modernidad.

Los principios de la política exterior costarricense deben basarse en la autodeterminación e independencia que proclama nuestra Constitución, pero el país no debe defender lo indefendible. Los privilegios exclusivos han sido frenos para nuestro desarrollo.

La cautela –que ha sido muy válida en un tema tan complejo y que ha demandado tanta discusión– debe ser empleada no para minar el entusiasmo, sino para desmantelar aquello que nos impide crear el país que soñamos.

Con prudencia –no con temor o con esa angustiante espera a que se aclaren los nublados del día–, el país tiene que aprender a dar respuestas a los desafíos. Pero hacerlo, eso sí, con la celeridad que el mundo actual impone.

Además de abrir las telecomunicaciones, Costa Rica debe trabajar en la consolidación de las normas de control de gastos y en el desarrollo de las exportaciones en las que tiene mayores ventajas comparativas.

La estrategia debe enfocarse en proporcionarnos una economía en expansión que nos permita formar parte de una globalización menos asimétrica.

En el actual escenario mundial de transnacionalización de la producción, la información e incluso las finanzas, ningún país puede emprender programas estratégicos en forma aislada. Pero tampoco puede hacerlo sin estar dispuesto a generar vitales transformaciones internas.

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