Viernes 10 de octubre, 2003. San José, Costa Rica.


La mejenga

Marvin Solano

Empezaba al atardecer. Después de las cogidas de café, corta de caña, de banano o labores agrícolas de cualquier tipo. Un descanso corto en la casa, una taza de café y a la “plaza” (cancha de fútbol de pueblo).

La mejenga tenía magia. No sé si a fuerza de costumbre, pero la organización era muy rápida. Unos atacaban hacia arriba y otros hacia abajo.

No había árbitro, ni cambios, ni uniformes, ni edades, ni número de participantes. Solamente se limitaba cuando eran demasiadas personas, los más niños debían salir. A veces eran treinta contra treinta, bajo el sol o la lluvia.

¡Bola al aire...lo más alto posible, hasta que pique tres veces y empezaba! Casi nadie tenía tacos, algunos jugaban con botas de hule, zapatos tractor, zapatillas, tenis y a pata pelada.

Las mejengas eran bravas, con sudor, energía, talento. Todo se conjugaba. No era fácil salir de una esquina con balón dominado rodeado de rivales, con una marca muy fuerte, y con el rabo del ojo, buscar con un pase a algún compañero; quien sabe con qué color de camisa.

Ahí se desarrollaban destrezas y habilidades. Se aprendía a pensar y en forma rápida. Entre piernas, golpes y empujones se tejían paredes, sueños e ilusiones.

Se jugaba hasta que los colores de la tarde se iban opacando, la noche empezaba a llegar acompañada de las estrellas y la luna en el verano. Era tiempo para terminar.

De repente alguien gritaba: “¡el que mete un gol gana!” (años después a esta definición se le llamaría gol de oro).

Los rostros se ponían serios. Se multiplicaban las fuerzas. Era una cuestión de honor. Todo por lograr la victoria o por evitar la derrota. Sin importar que casi no se veía la bola y que los rivales eran sombras.

La mejenga se fue extendiendo a las fincas en donde se aprovechaba la hora de almuerzo, que en realidad eran treinta minutos, y entre los callejones, con una naranja se armaba tremendo partido. Esta fiebre también llegó a las fábricas, construcciones, empresas y sin faltar las playas.

En esta escuela se forjaron los mejores futbolistas costarricenses. Porque la mejenga era enseñanza, aprendizaje, lucha, orden, desorden y deleite.

Como muchas otras cosas, con el paso del tiempo, la mejenga fue desapareciendo y en el mejor de los casos transformándose. Por ejemplo, en La Sabana se sigue mejengueando, pero hoy se utilizan chalecos para diferenciar a los jugadores y hasta se paga por el derecho de usarlos.

Muchas canchas desaparecieron. Cada uno de ustedes tendrá nostalgia por la de su barrio o pueblo.

Recordamos la plaza de la Universidad de Costa Rica, contiguo a la Facultad de Derecho, donde al mediodía se armaba un disputado mejengón, en la que participaban misceláneos, estudiantes, abogados, médicos, catedráticos, etc.

Los atardeceres de hoy son diferentes, en la mayoría de los pueblos las pocas canchas están vacías y algunas tienen un rótulo que dice: ¡prohibido jugar!

A todo gas

- Así va el campeonato de pilotos en la Fórmula 1:

1. Michael Schumacher, 92.

2. Kimi Raikkonen, 83.

3. Juan Pablo Montoya, 82.

4. Ralf Schumacher, 58.

5. Rubens Barrichello, 55.

6. Fernando Alonso, 55.

7. David Coulthard, 45.

8. Jarno Trulli, 29.

9. Mark Webber, 17.

10. Heinz-Harald Frentzen, 13.

- Campeonato de constructores

1. Ferrari, 147 puntos.

2. Williams, 144.

3. McLaren, 128.

4. Renault, 84.

5. Sauber, 19.

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