Sábado 13 de septiembre, 2003. San José, Costa Rica.

“Conozco bien el oficio y sé rápidamente si estoy ante alguien competente o no. Soy muy difícil y rechazo muchos guiones porque soy muy exigente”, dice Claudia.

“Viví mil vidas”

Claudia Cardinale habla de su pasión: el cine

Francia/AFP. “Tunecina de nacimiento, siciliana de origen, italiana de nacionalidad, francesa de cultura”: así se define la actriz Claudia Cardinale, que forma parte del jurado de Festival de cine norteamericano de Deauville, presidido este año por el cineasta Roman Polanski.

Revelada por Luchino Visconti (“Rocco y sus hermanos”, 1960, “El gatopardo”, 1963), la actriz, de 64 años de edad, trabajó a las órdenes de algunos directores norteamericanos: Blake Edwards (“La pantera rosa”, 1964), Henry Hathaway (“Circus World”, 1964), Richard Brooks (“Los profesionales”, 1966).

“Recibí propuestas de Hollywood después de “Ocho y medio” de Federico Fellini (1963). La primera película que rodé alli fue con Rock Hudson. Después me propusieron quedarme, pero yo nunca quise firmar. Soy una actriz europea”, declara Claudia Cardinale durante un encuentro con la prensa en Deauville.

“He vivido mil vidas delante de la cámara, pero no miro nunca hacia atrás, no soy nostálgica. Para ejercer esta profesión, hay que ser fuerte, de lo contrario no duras, te devoran”, estima la Cardinale desde su experiencia de 45 años de carrera.

“Yo sólo actúo delante de la cámara. Tengo los pies en la tierra y nunca se me subieron los humos. Esto me ha salvado la vida”, agrega.

Nada de desnudos

Visconti y Fellini figuran entre los grandes cineastas que la dirigieron. “Con Visconti, era verdadero teatro, silencio absoluto en el plató. Hasta el menor parpardeo estaba escrito. Con Felini, era todo lo contrario: un desorden absoluto en el rodaje, todo el mundo gritaba y no había guión.

Pero él sólo podía rodar en esas condiciones”, cuenta.

En 1963, Claudia Cardinale rodó simultáneamente “El gatopardo” y “Ocho y medio”. “Pasaba todo mi tiempo tiñéndome: Felini me quería rubia, Visconti morena”, dice.

“Rival” de Brigitte Bardot en los años 60, a diferencia de BB, CC no se desnudó nunca ante la cámara. “Nunca acepté rodar desnuda. Para mí la desnudez es contraria al erotismo. La mujer debe ser siempre un misterio que el hombre tiene que descubrir”, afirma.

En cine, sus gustos la llevan hacia “lo que hace soñar: Una película que transcurre entre el comedor y la cocina no me interesa”. Reconoce que los “jóvenes directores tienen un poco de miedo” de ella. “Conozco bien el oficio y sé rápidamente si estoy ante alguien competente o no. Soy muy difícil y rechazo muchos guiones porque soy muy exigente”, agrega.

El cine, dice, le permitió viajar por todo el mundo y acumular recuerdos. Uno de ellos le resulta particularmente divertido: su encuentro con Marlon Brando.

“Era mi ídolo cuando yo era joven, lo había descubiero en “La ley del silencio”, de Elia Kazan. Acababa de llegar por primera vez a Estados Unidos y, apenas instalada, recibí un llamado telefónico: Hola, habla Marlon Brando. Pensé que un amigo me estaba gastando una broma y respondí: ‘déjate de payasadas’, pero era Brando de verdad. Me preguntó si podíamos vernos. Enseguida si usted quiere, le respondí.

Entonces me hizo un gran número, pensando que yo iba a caer rendida en sus brazos.

Cuando comprendió que no sería así, los dos nos miramos y nos reimos a carcajadas”.

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