La unanimidad es de corderos
José María Penabad
Es noticia. El Banco Central devalúa ¢1 por día, en referencia al dólar. No entramos en la mecánica extraña del euro –moneda de empuje emergente– y nos basta sufrir las consecuencias comparativas con el sello característico del Tío Sam.
En el final de semana, números oficiales: ¢407,02 por conseguir un solo colega verde y ¢406,02 para la intermediación del billete. Ritmo sostenido, pobreza acelerada.
Costa Rica está poblada de economistas, de alto y bajo relieve, que firman la unanimidad de los jarros de agua fría que receta el ente soberano de las finanzas nacionales, cotidianamente, contra la estructura doméstica de la ciudadanía. Nadie disiente del procedimiento.
Sábados, domingos y días feriados la burocracia descansa. No se marcan entonces desniveles monetarios. Y el pueblo no recibe castigo. Porque son azotes malvados los que propina el Banco Central. En tiempos normales, ¢5 por semana padecen el calvario rutinario de la crucifixión. Para evitar tan despiadado peso, ojalá tuviese más asueto el sistema burocrático... No hay mal que, por bien, no venga...
El recordado Carlos Manuel Castillo, economista de fuste, se rebeló y reveló que las cosas podrían hacerse al revés, Administración Monge (1982-1986), cuando cada día aplicaba reversa y la moneda se recuperaba poquito a poco, es cierto, pero conseguía dinamizar el valor del colón. Ahora, seguramente, por actuar tan positivo, administra con eficacia el resumen de las alcancías universales, a la diestra del Sumo Hacedor, que sabe premiar probidad e inteligencia.
Creemos superar a las naciones de Norte y Sur del Istmo –incluimos a los distantes panameños, desde luego– en todos los órdenes que asume la calidad de vida. Pero patinamos insensiblemente en aspectos tan esenciales como el acondicionamiento de nuestras gentes.
No hay coherencia entre la lucha a favor de vivienda, canasta básica, empleo y seguridad social comparado al tremendo contraste de la devaluación monetaria que resta diario poder adquisitivo al salario, por muchos ajustes semestrales que planteen las autoridades de Trabajo. Caminamos con brújula descontrolada, rumbo a incierto y pobre destino.
Es cierto que la presión, de fuera hacia adentro, provoca cambios. Muchas veces, acelerados. En corto espacio de tiempo sucumbió el modelo político-militar de la guerra fría y de los bloques y, parejo, el estallido de la globalización varió la economía y la mentalidad de los hombres del final del siglo XX. El proteccionismo comercial del primer mundo, las guerras de energía y las pandemias como el Sida, definen el inicio del nuevo milenio.
Pero, frente a todo un panorama internacional tan complejo y difícil, que la aldea global certifica, no podemos perder la perspectiva. Integramos un país geográficamente pequeño cuya meta es salir del subdesarrollo. Y tan ansiado horizonte no se alcanza si la nave surca las tenebrosas aguas ladeada, recargada a estribor. Se hundirá. Por si alguien no capta la idea marina, aclaramos: estribor es la banda derecha del navío, mirando de popa a proa.
Devalúan exageradamente para favorecer a los exportadores. Y no hay equilibrio. Tenemos en Costa Rica una de las más brillantes escuelas de economía de América. ¿Por qué, amén de títulos rimbombantes, a quien quiera presumir, no favorecen certificados de administración? Esta pequeña finquita, que acuñó el Costarricense del Siglo XX, exige solamente un buen administrador.
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