Nuestra conducta
Yolanda Hurtado Jiménez
La conducta humana está marcada por un mundo de oportunidades y, entre ellas, la de elegir permanentemente cómo reaccionar ante las diferentes situaciones de la vida. Mediante estas elecciones, establecemos un puente de comunicación con los demás.
Hay dos posturas radicalmente opuestas en el diario vivir de las personas: la destructividad y la capacidad de edificar.
Nuestras opciones, principios y valores están hablando constantemente de qué lado estamos, y ojalá que el paso de los días y los años provoquen en nosotros la convicción de que la edificación es el camino más humano y liberador, y que nace de una clara conciencia de que merezco tratarme con todo amor y respeto en la vida. Nadie puede edificar a los demás, si no realiza esta tarea con su propio yo.
Me llama la atención, por ejemplo, ver a los padres de familia inquietos por sus hijos y las conductas de éstos, cuando la verdadera preocupación debe nacer de las conductas propias como adultos, que son la raíz de todo lo demás.
¿Cómo amar y respetar a los demás, si no lo haces contigo mismo? ¿Cómo querer ser líder de la familia, en el lugar de trabajo o la organización comunal, si no lideras tu propia vida?
Quien lidera su vida, conoce y controla sus emociones, fortalece su creatividad, utiliza un vocabulario positivo y decente, es rápido para el reconocimiento y lento para la crítica, suficientemente intuitivo para escuchar lo que dicen los demás y validarles, pero más atento es aún a su propia voz interior.
Quien edifica, se edifica, opta por la verdad, y no por la vía diplomática, por la justicia, y no por la explotación del otro, elige ser libre porque es responsable.
Elige la vida en vez de la muerte, la cálida cercanía, y no los muros, la palabra oportuna en rechazo absoluto del chisme o el choteo, la alegría en vez de la tristeza, y la sonrisa que destrona la amargura de tantos. Elige ser en vez de solo tener, elige la autenticidad en lugar de andar ganando aprobación.
¿Qué eliges hoy?
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