Domingo 21 de septiembre, 2003. San José, Costa Rica.

Quesada Durán, 17 de setiembre, 8 p.m.. “Ahora aprendí a aceptarlo; ella está en el cielo y me siento mejor, siempre con tristezas, pensamientos y recuerdos, pero no para morir, porque tengo una hija por quien vivir”, afirma Olga Juárez. Abelardo FONSECA / Al Día

Más allá del vacío...

Felicidad y vacío. Con esas palabras define Olga Juárez, madre de Kattia Vanessa, su vida a dos meses de la tragedia.

“Felicidad porque estoy muy unida con mi familia, tratando de superarme y hacer algo bueno por otros. Pero con un vacío, ese que me dejó Kattia y que nadie podrá llenar, aunque pudiera tener otro hijo. Ha sido bastante duro. A veces mi imaginación está flotando en penas. Vino el día del niño y el cumpleaños de mi otra hija y saber que Kattia no está... A veces, cuando estoy cocinando algo que a ella le gustaba, me pongo a recordarla, me quedo ida y pierdo la noción del tiempo.

“Doña Olga nos atendió la noche del jueves 17 de setiembre en su casa en Quesada Durán.

Además:

  • “Michael se me fue...”
  • No hay odio

    “He tratado de mejorar. Compré una máquina de coser para hacer algo diferente y entretenerme. También sueño con prepararme y poder montar esta organización para ayudar a otras personas. Eso sería como realizarme. Poder decir: mataron a mi hija, ella fue una mártir, pero de esto algo se sacó. Se ha avanzado bastante bien con lo de la ley, faltan otras reformas, pero vamos para adelante. No tengo odio en mi corazón, pero sí rencor y lástima. Lástima, porque ese hombre no tiene paz y no creo que la va a tener nunca.

    “He intentado llevar las cosas adelante y dejar el pasado atrás aunque siempre con el dolor adentro. Lo estoy haciendo por ella (su otra hija). Estoy tratando de prepararme. El Ministro de Educación me ofreció ayuda para terminar mis estudios y poder trabajar en proyectos relacionados con niños. Si tuviera los medios y los estudios me gustaría hacer una organización para ayudar a las madres que están sufriendo por hijos desaparecidos y darles apoyo moral y psicológico.

    Sólo el Señor y mi hija me dan fuerza para levantarme, hacer el desayuno, salir a la calle.”


    Venecia de Matina, 8 de setiembre, 3:00 p.m.. “Hoy me pregunto si lo hubiera mandado a otro colegio, no habría pasado eso. Solo Dios sabe...”. Érick CÓRDOBA / Al Día

    “Michael se me fue...”

    El 15 de mayo, un colegial mató a balazos a su compañero de estudios Michael Hernández en el colegio de Venecia de Matina, Limón.

    Hay dos fechas imborrables este año para la madre de Michael, doña Josefa Hernández.

    El 26 de mayo lo marcó con un círculo azul el propio Michael, pues ese día cumpliría los 16 años.

    El 15 lo marcó después doña Josefa, fue el día de la muerte de su hijo.

    Con la mirada clavada en el piso esta madre nos cuenta su dolor: “La he pasado muy mal. Pienso y me pregunto: ¿por qué pasó?. Uno no entiende estas cosas. Nos hace mucha falta. El no era un muchacho que le hiciera daño a nadie y en la casa era obediente.

    “Michael estaba todo ilusionado con el cumpleaños. Quería una celebración para invitar a sus amistades. Le dije: ‘no hay plata, pero le voy a hacer un arrocito con pollo y un quequito para que comparta con sus amigos’. ¡Jamás imaginé esto!. ¡El dolor no pasa! Me he agarrado de Dios y él me ha dado fortaleza, pero aún me parece que fue ayer.

    “El día de su cumpleaños, tal como se lo había prometido, hice el arroz con pollo e invité a sus amigos. Luego nos fuimos todos al cementerio le llevamos flores y ahí le cantamos cumpleaños feliz.

    Poca pena

    “Aparte de esto, me ha conmovido mucho porque la pena que le dieron al muchacho fue muy poco: sólo 4 años. Es muy poca, él no mató a un animal, asesinó a una persona.

    “Claro, aunque lo condenen a un montón de años, no me van a devolver a mi hijo, pero me dejaría más tranquila.

    “Michael era muy cariñoso. Nos hace mucha falta. Tengo una hija de 14, otra de 9 y el bebé de 2 años.

    “Dos meses antes de entrar al colegio, estuvo trabajando y apenas le pagaban me daba la mitad... Siempre mantenía el patio limpio y cuando estaba ocupada o salía, me atendía la pulpería. Yo lo veía y me decía: ¡Ya tengo un muchacho!...Quería ser mecánico.

    “Cuando se graduó de la escuela, el año anterior, me dijo que quería ir al Colegio de Liverpool, pero no podíamos mandarlo porque salía muy caro el pasaje.

    “Y el colegio de Matina no le gustaba; entones fue al de Venecia. Hoy me pregunto: si lo hubiera mandado a otro colegio no hubiera pasado esto...solo Dios sabe”.

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