Domingo 21 de septiembre, 2003. San José, Costa Rica.

Ciudad Quesada, San Carlos, 5 de setiembre, 10:45 a.m.. Guillermo Herrera Matomoros: “Mi vida y la de mi familia jamás será la misma”. Otto CORRALES / Al Día

Un finquero valiente

Guillermo Herrera Matomoros, de 58 años, jamás olvidará el 12 de abril del 2003. Ese día, varios hombres armados con ametralladoras AK-47 lo secuestraron frente a su esposa y sus hijos.

Guillermo Herrera Matomoros es un hombre alto, robusto, de esos, como dicen en el campo, “que no aguantan nada”, acostumbrado a resolver los problemas de frente y sin tapujos.

La odisea que vivió en manos de los captores, ex guerrilleros nicaragüenses, uno de los cuales insistía en matarlo para “no dejar testigos, lo perturbará el resto de sus días.

Además:

  • Prestamista del pueblo
  • “Todo cambió y para siempre. Me quedaron las pesadillas. Mi hijo menor sueña que unos tipos me matan frente a sus ojos y despierta llorando y cuesta mucho tranquilizarlo. Yo sueño con sujetos que me secuestran y veo las balas que me disparan destrozándome el pecho. Despierto sudando frío y ahogándome”, relata el finquero.

    Quienes conocen a don Guillermo saben que no se deja intimidar por nadie.

    El finquero, conocido dirigente comunal y uno de los primeros lugareños que inició una lucha contra la minería a cielo abierto, no ha contratado guardaespaldas ni porta armas.

    Pero la pesadilla no lo deja.

    “Si, mi vida cambió para siempre. Uno jamás será el mismo después de un secuestro...quedan temores, sueños, pesadillas y nuevas preocupaciones. Ya no se vive en paz, como antes”.


    La Florida de Quebrada Grande, Tilarán, 9 de setiembre, 2:20 p.m. El 9 de setiembre anterior, las botas de hule que usaba don Eduardo Rodríguez, seguían en el mismo lugar donde las dejaba, en el jardín de su casa. Su violenta muerte trastornó la vida de todo un pueblo. Rolando AVILÉS / Al Día

    Prestamista del pueblo

    Eduardo Rodríguez Ramírez, de 81 años, fue asesinado a golpes en su casa, en La Florida de Quebrada Grande, Tilarán, Guanacaste, el 31 de agosto anterior.

    Era un hombre de pocas palabras pero todos lo querían.

    Sentado en el corredor de su sencilla casa, en La Florida de Quebrada Grande, Tilarán, don Eduardo saludaba a todos los que pasaban y nunca le negó ayuda a nadie.

    Hace algún tiempo vendió las vaquitas que tenía para “vivir de los intereses” y se convirtió de la noche a la mañana en “un pequeño prestamista”.

    Era quien prestaba dinero para el pago de un recibo atrasado de la luz, del agua, o bien, para una urgente compra de medicamentos, recuerdan sus vecinos.

    “Don Eduardo vivía solito desde hace muchos años.

    Cuando la gente se quedaba sin platilla para una urgencia corría a su casa y asunto resuelto.

    Era el salvador del pueblo”, comenta su vecinos y amigo don Ramón Campos.

    Hay temor

    Su muerte golpeó a esta apacible comunidad guanacasteca.

    “Aquí nunca pasa nada malo y cuando lo asesinaron a todos se nos paró el pelo”, lamenta Campos.

    Hasta el 30 de agosto los niños podían jugar en los potreros o alejarse de sus casas sin permiso pero, ahora, sus padres no lo permiten y les advierten “tener mucho cuidado porque ya vieron lo que le pasó a don Eduardo”.

    “Ahora, siento un miedo terrible y me encierro en la casa”, comenta doña Gerardina Vázquez.

    A don Eduardo, de acuerdo con informes judiciales, lo mataron para robarle un televisor, una grabadora y una suma no precisada de dinero que siempre tenía en su casa.

    El sospechoso del crimen resultó ser un lugareño a quien, según vecinos, ya habían vinculado con pequeños hurtos pero “todos lo queríamos porque andaba pulseándola en lo que fuera”.

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