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Amigos
La visita a Cuba del presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva marcó el comienzo de una nueva era en las relaciones bilaterales y afianzó su relación amistosa con el líder cubano, Fidel Castro.
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Castro fortalecido
La Habana/ AFP. La visita de poco más de 30 horas que el presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva concluyó ayer en Cuba, marcó el comienzo de una nueva era en las relaciones bilaterales y abrió la puerta al gobierno del presidente Fidel Castro para incorporarse al proceso integrador latinoamericano.
En la agenda que cumplió en La Habana, el mandatario suramericano privilegió los asuntos económicos y comerciales, soslayó el tema de los derechos humanos y evitó reunirse con disidentes o familiares de presos políticos, que le habían solicitado una entrevista.
“Tengo muchos problemas en Brasil, y ni yo ni ningún jefe de Estado que se respete puede llegar a un país dictando reglas sobre la política” interna, dijo Lula en México, horas antes de trasladarse a la isla, al explicar su negativa a reunirse con la disidencia cubana.
A casi 10 meses de asumir el poder en el país que representa a la novena economía mundial, Lula desembarcó en La Habana en busca de reforzar el diálogo con Castro y no para resaltar sus eventuales diferencias ideológicas.
Fidel alegre
El líder cubano definió a su visitante como “nuestro hermano Lula”, al inaugurar ayer un foro empresarial binacional en La Habana, en tanto el presidente brasileño instó a los inversores privados de su país a “no tener miedo a convertirse en empresarios multinacionales” e invertir en la isla.
En el terreno económico, la visita de Lula deja en concreto que una deuda cubana de 40 millones de dólares pueda ser amortizada con exportaciones de la isla, en tanto el resto de los convenios abren un horizonte de perspectivas de futuro en los campos del turismo, biotecnología, petróleo y deportes.
Pero la presencia del presidente sudamericano en Cuba tuvo gran significado político para La Habana, en momentos en que la economía se encuentra en jaque, por el embargo estadounidense de más de cuatro décadas y un enfrentamiento ideológico con la Unión Europea (UE), su principal socio comercial.
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