Domingo 28 de septiembre, 2003. San José, Costa Rica.

Don Simón Orias y doña Dora María García dijeron que Carlos Alberto era el tercero de sus siete hijos.

Ejecutado de un balazo

Mildred MARIN, corresponsal y Rodolfo MARTÍN / Al Día

Carlos Alberto Orias García fue asesinado la madrugada de ayer de un balazo en la cabeza, tras supuestamente ser conminado a arrodillarse.

Orias, de 32 años, caminaba a eso de la 1:30 a.m. cerca de su casa en El Alto del Carmen, en Tres Ríos, cuando fue interceptado por un individuo armado con un revólver, informaron algunos de sus parientes.

Éstos añadieron que, durante la disputa que siguió a la escena anterior, Orias, bajo los efectos del licor, le dijo al desconocido que lo matara, si le correspondía morir. El desconocido le puso el cañón del arma en la nuca y disparó.

El presunto homicida huyó del lugar mientras un vecino, que supuestamente había presenciado el hecho, corría a socorrer a la víctima.

Tragedia familiar

La Cruz Roja intentó salvarle la vida a Orias, pero no pudo conseguirlo. La víctima deja una huérfana de 10 años, comentaron sus padres, Simón Orias y Dora María García.

Carlos Alberto era el tercero de los siete hijos de ambos, que llegaron a Tres Ríos hace algunos años, procedentes de Coto 52.

La policía presume que el crimen se debió al cobro de alguna deuda de drogas, pues en el lugar del hecho se decomisaron marihuana y “crack”. Doña Dora y su hijo Gerardo compartieron esta posibilidad, pero sin justificar un desenlace tan fatal.

Carlos Alberto, recordaban ambos ayer, había sido una persona común y corriente hasta que comenzó a consumir droga.

“Era un hombre trabajador, tenía una esposa y familia. Sin embargo, a partir de ahí comenzó su desgracia hasta que dejó todo botado”, comentó su hermano.

Carlos Alberto almorzó con sus padres el viernes, en horas del mediodía. Luego salió y no volvieron a verlo hasta las 5 p.m., cuando Gerardo lo encontró al frente de una cantina.

“Yo venía del trabajo y él salió a toparme con la intención de venderme o regalarme un reloj. Le pregunté si estaba tomado, al mismo tiempo que le supliqué que se portara bien”, comentó Gerardo.

Doña Dora lo vería dos horas más tarde cuando un sujeto lo golpeaba. “Lo vi que estaba tomado, por lo que le pedí que se fuera para la casa. Yo presentí que me lo podían matar. Sin embargo, el solo respondió: ‘Ay, mami... ay, mami’”, recordó, angustiada, doña Dora.

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