Jueves 1 de abril, 2004. San José, Costa Rica.


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Visión

Apoyo al TLC en EE. UU.

Anabel González

Importantes círculos políticos en Estados Unidos, tanto republicanos como demócratas, apoyan el Tratado de Libre Comercio (TLC) negociado recientemente con los países centroamericanos.

Las razones para ello son de carácter económico y geopolítico. Desde la primera perspectiva, el TLC es un instrumento para promover el comercio con una parte del mundo muy integrada con Estados Unidos. De hecho, este país exporta más a Centroamérica que a Rusia, India e Indonesia en conjunto.

Cuando se incorpora República Dominicana como parte del acuerdo, esta región es, después de México, el mercado más importante para los productos estadounidenses en el continente americano. De hecho, el comercio total entre los países centroamericanos y República Dominicana con Estados Unidos asciende a más de $30.000 millones anuales.

Además, Estados Unidos y Centroamérica han construido, a lo largo de los años, una alianza estratégica muy importante que permite a ambos, mediante esquemas de coproducción, competir exitosamente en los mercados internacionales.

Este TLC también tiene implicaciones políticas importantes. La más significativa es que una región con oportunidades para el crecimiento económico es un área más estable, donde es menos probable que el narcotráfico o el terrorismo consoliden sus operaciones.

Es también una región en la que es más factible que los nacionales encuentren fuentes de empleo y no sientan la necesidad de emigrar fuera de sus países. Esto es de máxima importancia para Estados Unidos, dada la cercanía geográfica de Centroamérica.

Por éstas y otras razones, el TLC encuentra un apoyo importante de parte de políticos, medios de comunicación, centros de pensamiento y empresarios en Estados Unidos, a pesar de estar en medio de una campaña electoral.

En este momento, el país del norte discute y analiza si el presidente Bush deberá ser reelecto o si el senador Kerry, demócrata del Estado de Massachussets, debe sustituirlo. En ese contexto, algunas personas han traído a la mesa de discusión ciertos temas vinculados con el comercio.

Ello podría tener alguna incidencia sobre el TLC, no tanto sobre el tema de si se lo apoya o no, sino, más bien, respecto al momento idóneo para discutirlo en el Congreso estadounidense.

Algunos opinan que es conveniente propiciar pronto ese debate, mientras que otros estiman que es más pertinente dejar que pase la campaña electoral para que las aguas vuelvan a su cauce y retomar, entonces, la aprobación del TLC.

Desde la óptica costarricense, conviene que esa aprobación sea más temprano que tarde, pero lo cierto es que la discusión en nuestro país debe desarrollar un ritmo y calendario propios que, aun tomando en cuenta la discusión estadounidense, se centren más en nuestros intereses y necesidades.

Cuando el TLC llegue al Congreso de Estados Unidos, sus integrantes deberán votarlo en un plazo de 90 días. En nuestro caso, no hay un plazo semejante y, por eso, es mejor iniciar nuestra discusión con tiempo para permitir el sano y necesario debate que anteceda a la votación legislativa.

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