Lunes 5 de abril, 2004. San José, Costa Rica.


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La familia Delgado Vargas (Kattia, Carlos y Carlitos) le sonríe a la vida. Sus miembros aseguran que la unión hace la fuerza y que el hecho de que ella pueda oír es un milagro.
José RIVERA/Al Día

Sueño cumplido

Tras recibirun implante de oído, Kattia Vargas logrósu mayor anhelo: escuchar la voz de su hijo

Neyssa M. CALVO ACHOY

Miércoles 24 de marzo. La espera terminó. Ese día, Kattia Vargas cumplió el sueño de escuchar la voz de su hijo Carlos, de 3 años, luego de que le activaron el implante coclear u oído biónico un día antes, y que los médicos colocaron un mes atrás.

Esa mañana compró un libro de cuentos y empezó a leerle a su pequeño la historia de una ballena. Quería que el niño pronunciara el nombre del mamífero, y así lo hizo.

“Necesitaba escucharlo. No sabía cuál era el timbre de su voz, pero cuando dijo 'ballena' no podía creerlo y no pude más que abrazarlo. Allí comprendí que todo lo que se hizo valió la pena”, cuenta doña Kattia, sin poder evitar las lágrimas.

Su agonía empezó hace nueve años, cuando los médicos le diagnosticaron un problema auditivo que se conoce como hipoacusia neurosensoral profunda bilateral, que provoca una sordera profunda.

Desde entonces, se sometió a tratamientos médicos, pero el mal siguió avanzando e incluso antes del implante llegó a tener un 10 por ciento de audición en su oído derecho. Ella es orientadora en el Colegio Técnico de Calle Blancos y asegura que el proceso no fue nada fácil.

Hoy sabe que la vida de una persona con discapacidad no es sencilla, en especial porque la sociedad no se adapta a ellos. Tuvo que aprender sola a leer los labios, por ejemplo, y creó un lenguaje único entre su pequeño y ella.

“Él (se refiere al niño) me volvía la cara para que yo le diera atención. A veces era muy difícil porque me decía las cosas, y yo no le entendía, e incluso se enojaba conmigo”, cuenta.

Ahora la historia es distinta. Su oído derecho se comporta bien, y según los médicos en poco tiempo recuperará un 95 por ciento de audición. Por el momento, atraviesa un período de ajuste en el que debe acostumbrarse al “ruido” que escucha a su alrededor y los que incluso ya había olvidado. (Ver recuadro aparte)

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Todo valió la pena, dijo doña Kattia Vargas. “Ahora puedo escuchar a mi hijo Carlos y hacer una vida diferente”.
José RIVERA/Al Día

Kattia, de 32 años, no puede creer “la cadena de ayuda que se generó a mi alrededor para cumplir con mi sueño”. Su hermana Grace, su mamá Miriam Segura y su esposo Carlos, entre otros, se entregaron en cuerpo y alma para recolectar en cuatro meses la suma de $18.500 (casi ¢8 millones) que necesitaba para la operación.

Además:

  • Es un proceso
  • Ninguno de ellos olvida el día en que con la donación de los empleados de la Compañía Nacional de Fuerza y Luz, donde trabaja el esposo de doña Kattia, alcanzaron la meta. Eso fue el 10 de febrero.

    Don Carlos tampoco olvidará a quienes, “sin conocerlos y en forma anónima, depositaron su contribución en las cuentas del banco”. La Caja Costarricense de Seguro Social puso $7.000 (casi ¢3 millones) adicionales.

    Una vez con el dinero en mano, se programó la cirugía para el 24 de febrero, en el Hospital México. La familia asegura que desde el principio pusieron todo en manos de Dios, y fue Él quien les marcó el camino para enfrentar la adversidad.

    Don Carlos cuenta que, recientemente, los médicos le diagnosticaron a su esposa diabetes. Sin embargo, no teme, porque sabe que saldrán juntos adelante. Ahora dice hay que tener cuidados especiales como procurar no golpearse, recibir terapia y seguir con el tratamiento contra esa enfermedad. Por ahora, la pareja se preocupa porque ella pierda el miedo a escuchar. La familia Delgado Vargas piensa ahora en los que siguen sus pasos, y que desean también recibir un implante coclear. Ellos saben que la tarea no es sencilla, pero se puede lograr.


    Es un proceso

    Kattia Vargas imaginó que escucharía todo tan pronto le activaran el implante coclear u oído biónico, el 23 de marzo, pero no fue así. “Yo creía que volvería a escuchar de pronto, pero es un proceso lento”.

    Cuenta que todo depende de que la batería del implante esté cargada. De lo contrario, no oye nada. Cada implante trae un juego de cuatro baterías que duran cuatro o cinco horas.

    El oído “biónico” es un complejo minicomputador con unidades internas y externas. Se compone de un micrófono que capta las ondas sonoras y las dirige a una especie de computadora –del tamaño de un beeper– que debe ser llevada siempre por la persona.

    Dicho dispositivo transforma los sonidos en señales eléctricas, las cuales van a una pieza colocada en la cabeza y sostenida sobre el implante interno mediante un imán pequeño. Las señales viajan por un electrodo, es decir, un pequeño cable que las conduce hasta la cóclea para que estimulen el nervio auditivo y sean reconocidas luego por el cerebro.

    Escuchar de nuevo, para doña Kattia, es una sensación nueva, y le da miedo. “Escucho mucho ruido a mi alrededor. El pasar de los carros, el sonido del teléfono ... todo me parece como nuevo, y me asustan cosas tan simples como hablar por teléfono”.

    Es un proceso de ajuste que puede demorar varias semanas. Lo más increíble es “que pueda oír y llegar a un 95 por ciento de audición, cuando antes ni siquiera podía hablar por teléfono para saber cómo estaba mi hijo. Todo el que necesite un implante debe luchar para lograrlo, pues vale la pena”.

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