Perspectivas
El espejismo Edgar Fonseca
La ostentación, el despilfarro y las actuaciones incoherentes e irresponsables en el ejercicio de la función pública indignan, con justa razón, a nuestra sociedad.
Hoy muchos ostentan en este país por poder, por influencia, por conexión. Ostentan opíparamente. Ostentan y no se cuidan. O, quizás, poco les importa que la sociedad les atestigüe, calladamente, en su ostentación.
Ostentar no es de hoy. Ni acabará con los más recientes escándalos.
Ostentar ha sido, en algunos de nuestros políticos, una forma rutinaria de vida. Ostentar a la sombra de un poder transitorio, de un poder cedido, de una representación delegada.
Hace unos años, unos amigos le regalaron a un político una mansión, otra mansión en el mismo valle. ¿Compra de influencias?, nos preguntábamos ingenuamente más de uno.
Y de relaciones tan promiscuas, hemos visto, con el paso del tiempo, cómo crecen y se des ploman figuras, cómo crecen y se desvanecen fortunas, cómo crecen y se esfuman suertes. ¡Cómo se fraguan compromisos de sangre!
Así han sido las recientes carreras políticas de ciertas gentes junto a sus amos. No hay obstáculo que les impida pretender sus objetivos.
Chupan como munícipes hoy, como diputados mañana, como presidentes ejecutivos, de seguro, y, si se las ponen, como secretarios generales. Son parásitos del estado y de sus hacedores. Nada tontos.
Se creen diocesitos. Sus carreras, en muchos casos, son meteóricas, pero tramposas. Son carreras riesgosas, como si surcaran por aguas pantanosas. Les ciega el espejismo. Dependen de ellos, pero más de sus entornos, de cuán honda es su sumisión, su entrega, su amasijo con el jefe. Y cualquier paso en falso les es funesto.
En las últimas horas más de uno debe andar en shock, tras el escándalo que decapitó al titular de la CCSS; que exacerbó con furia a la opinión pública por la ostentación destapada. Hacemos votos para que esta nueva lección no deje de ser leída con calma en los púlpitos políticos, por los sumos sacerdotes y sus vasallos.
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