Lunes 23 de agosto, 2004. San José, Costa Rica.



 

Tribuna libre

Rumores

Gloria Bejarano

Las autoridades tratarán de identificar y castigar a quienes, irresponsablemente, lanzaron un rumor que convirtió las sucursales del BAC San José en un caos, y pudo haber causado un daño irreparable a una institución bancaria de prestigio.

Y, junto a ello, la angustia de cientos de ahorrantes e inversionistas que perdieron la tranquilidad, y algunos hasta dinero cuando fueron asaltados.

Esta acción criminal, que intentó perjudicar a quienes creyeron seguro invertir en Costa Rica, y afectó directamente a personas inocentes, por desgracia tiene precedentes en nuestro país. Hace unos años, un rumor similar afectó a Bancrecen.

Debe existir un castigo para quienes utilizan este tipo de armas para deshacerse de un rival, desprestigiar una empresa, acabar con un contrincante o destruir la honra de una persona.

Existen mil formas de hacer daño, pero muy pocas para probar quiénes son los responsables de una acción tan baja. Y las probabilidades de reparar el perjuicio causado son casi inexistentes.

En el caso de las empresas, el daño se puede cuantificar, medir y calcular con base en las pérdidas. Pero ¿qué pasa cuando, sin ninguna base y recurriendo a rumores infundados, se siembra la duda con respecto a la honorabilidad de una persona, su capacidad profesional o su calidad humana?

¿Cómo se puede calcular el desgaste que sufre alguien cuando su nombre, o el de su familia, se ve afectado? ¿Cuánto vale el dolor de una esposa, una madre o un hijo que escucha las burlas, dudas o comentarios ofensivos que inevitablemente surgen cuando se pone en tela de juicio a una persona?

Los rumores pueden acabar con una institución y también con una vida. La malévola acción de lanzarlos es, en definitiva, un delito, un acto de irresponsabilidad o de crueldad calculada, una acción innoble que habla muy mal de la calidad humana de quien lo hace.

Pero, para que un rumor cobre fuerza, desgraciadamente debe contar con quienes lo divulguen, ya sea porque están interesados en causar daño o, simplemente, porque hay quienes repiten sin pensar y sin análisis previo, o porque el temor se apodera de ellos.

Muchos, sin desearlo, acaban sirviendo a los intereses de los perversos, que, por lo general, se escudan en el anonimato para realizar sus fechorías.

| PORTADA | NACIONALES | SUCESOS | OPINIÓN | SOCIEDAD | OVACION | EL NORTE |
| INTERNACIONALES | SERVICIOS | USTED OPINA | PURA VIDA | ESCRIBANOS |

© 2003. Periódico Al Día. El contenido de aldia.co.cr no puede ser reproducido, transmitido ni distribuido total o parcialmente sin la autorización previa y por escrito del Periódico Al Día. Si usted necesita mayor información o brindar recomendaciones, escriba a webmaster@aldia.co.cr