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Visión
Apoyo municipal al TLC Anabel González
En días pasados, la Municipalidad de Cartago tomó uno de sus acuerdos más importantes: por unanimidad, decidió apoyar las gestiones encaminadas a la aprobación del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre los países centroamericanos y Estados Unidos, y notificar dicho acuerdo a las diversas autoridades del Poder Ejecutivo y Legislativo del país.
En lugar de dejarse llevar por los argumentos fatalistas que, sin fundamento alguno, afirman que el TLC llevará a Costa Rica a la catástrofe, al destruir el Estado Social de Derecho, limitar nuestra soberanía, imponernos costumbres extranjeras o hacernos perder la Isla del Coco, adoptó un enfoque muy realista: analizar cuál es el impacto concreto del TLC en su región.
En particular, esa municipalidad conoció de la contribución que hace la industria textil al cantón central de Cartago, al generar 2.800 empleos directos –ocupados la mitad de ellos por mujeres jefas de hogar– y dar sustento a casi 10.000 personas. Conoció también sobre la necesidad que tiene este sector de que el TLC se apruebe pronto.
Este ejercicio realizado por la Municipalidad de Cartago es un ejemplo para las demás municipalidades del país.
Los gobiernos locales son los que están en un contacto diario, más estrecho, con los habitantes de una determinada zona y, de primera mano, reciben el reclamo de sus vecinos cuando no hay suficiente actividad económica en la región.
Las municipalidades también comprenden que los beneficiados con las exportaciones no son solo quienes trabajan en las empresas exportadoras, sino el pulpero de la zona que vende alimentos a esos trabajadores, la señora que les hace costuras o el dueño de la línea de buses.
Por eso, no conozco municipalidad que no esté interesada, como mínimo, en mantener las empresas que ya tiene en su cantón, pero, sobre todo, en atraer nueva inversión y generar más empleo.
Por eso, toda municipalidad debería hacer un análisis de la actividad económica que domina su cantón, y sobre la importancia del TLC para su estabilidad y crecimiento.
Esto debería generar una lluvia de cartas de apoyo provenientes de Cañas por la tilapia, de San Pedro de Poás por los vestidos enteros, de Aserrí y Grecia por la ropa interior, de San Antonio de Belén por toda la industria ahí instalada, de Puntarenas por el atún, de Turrialba por las secadoras de pelo y las bolas de béisbol, de San Carlos por las raíces y tubérculos, de Upala y Los Chiles por las naranjas, de Zarcero por los minivegetales, de Sarchí por las artesanías, de Guápiles por el palmito, de Siquirres por el plátano verde, de Talamanca por productos orgánicos, de Liberia por el azúcar y el melón, de Heredia por los dispositivos médicos y plantas ornamentales, de Santa Ana por los centros de llamadas, en fin, de todos los rincones de Costa Rica.
Los gobiernos locales de cada una de estas zonas deben hacer su propio análisis de por qué el TLC es necesario para su región.
¡Qué bueno sería que las municipalidades dieran el ejemplo de sensatez y, con su liderazgo, guiaran al país entero a la aprobación del TLC!
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