Lunes 6 de diciembre, 2004. San José, Costa Rica.


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Campeonato Nacional 2004-2005


 

Tribuna libre

¿Fuerza o fortaleza?

Gloria Bejarano

Me permito compartir con ustedes un mensaje que recibí hace pocos días, y lo hago con el afán de rescatar una reflexión llena de sabiduría y enseñanzas.

En su nota, mis vecinos me hacen ver la diferencia entre ser una persona fuerte o una persona con fortaleza. Debo confesar que nunca me había detenido a hacer esa distinción, pues, para mí, una era el resultado de la otra. Una persona fuerte obviamente tenía fortaleza. Sin embargo, después de leer esa carta, comprendí que no necesariamente el más fuerte es el que cuenta con la fortaleza para enfrentar los problemas.

“¿Una persona fuerte o una persona de fortaleza?

“Una persona fuerte hace ejercicio todos los días para mantener su cuerpo en forma, mientras que una persona de fortaleza se arrodilla a orar para mantener su alma en forma.

“Una persona fuerte no teme a nada, mientras una persona de fortaleza demuestra valor en medio de su temor.

“Una persona fuerte a nadie permite que le quite lo mejor de ella, mientras que una persona de fortaleza da lo mejor de sí a todos.

“Una persona fuerte comete errores y los evita en el futuro, mientras que una persona de fortaleza se da cuenta de que los errores en la vida también pueden ser bendiciones de Dios, y aprende de ellos.

“Una persona fuerte camina con pasos seguros, mientras que una persona de fortaleza sabe que Dios la ayudará, si cae.

“Una persona fuerte muestra en su rostro una expresión de confianza, mientras que una persona de fortaleza muestra una expresión de gracia.

“Una persona fuerte tiene fe en que tiene fuerza suficiente para el viaje, mientras que una persona de fortaleza tiene fe en que el viaje la hará más fuerte”.

Entre ser fuerte o tener fortaleza, creo que a la mayoría nos gustaría tener fortaleza, pero no depende de uno. La fortaleza es una de las cuatro virtudes cardinales que, junto con la templanza, la prudencia y la justicia, conforman los dones más preciados que el Señor otorga.

Fortaleza y no fuerza, eso es lo que uno debe pedir, pues la fuerza conduce a la arrogancia, mientras que la fortaleza nos ayuda a huir de la temeridad.

La fortaleza, cuando anida en el espíritu, ayuda a vencer el temor, y a tener paz, confianza, fe, esperanza y valor para enfrentar cualquier vicisitud de la vida.

Con fortaleza somos capaces de aceptar nuestra realidad y, sin caer ni en la desesperanza ni en la resignación, seguir adelante y luchar contra la adversidad.

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