Vistazo
Pobreza ecológica José Luis Vega Carballo
No solo azota la pobreza social, sino también la ecológica o ambiental. La primera carcome nuestro tejido social, la segunda socava su base natural y daña el capital constituido por los recursos renovables, y no renovables, que sustentan nuestra supervivencia y el desarrollo sostenible.
Como sucede con la pobreza social, la ambiental acarrea aumento de daños y perdedores, debido a la fatal combinación de dos factores:
Por un lado, la desenfrenada tendencia hacia el libre comercio y el lucro privado, irrespetuosa de valiosos ecosistemas y de la biodiversidad. Por otro, la inacción, o acción irregular, de nuestras autoridades ambientales.
Para comprobarlo, demos un vistazo al panorama ambiental con que terminamos el 2004:
- Ignorancia y desacato a resoluciones de la Sala Constitucional, que imponen la protección a los ecosistemas y el derecho a un ambiente sano por encima de consideraciones comerciales.
- Irrespeto a comunidades locales por planes turísticos y megahoteleros, que recortan recursos vitales como el agua, bajo la doctrina del ICT de que no se puede discriminar a residenciales, zonas empresariales o a otras edificaciones.
- Auge del ecoturismo, mientras nuestras autoridades aprueban decretos, y otorgan permisos y concesiones ilegales para actividades destructoras en áreas protegidas.
- El ICT propaga la imagen de país ecológico, pero el Sistema Nacional de Áreas de Conservación tendrá en el 2005 un faltante presupuestario de ¢4.600 millones, y no podrá cubrir el 75 por ciento de sus necesidades financieras, aunque los turistas pagan ¢3.000 millones por visitar las áreas.
- Concesiones irregulares en zonas costeras protegidas han propiciado la invasión de terrenos, incluso, por extranjeros que establecen "playas privadas" en Guanacaste, Puntarenas y Limón.
- Piratería, pesca ilegal y aleteo de tiburones, mientras las autoridades marítimas contemplan pasivas la destrucción y el saqueo.
- 70 por ciento de las explotaciones acuíferas del país y 80 por ciento del Área Metropolitana funcionan ilegalmente frente a un enjambre de 115 leyes, 4.500 decretos y 15 instituciones que debían impedirlo.
- Cada día se vierten 1.800 litros de aguas negras en ríos de San José, solo en el Virilla caen 250 mil metros cúbicos diariamente, y, en el Tárcoles, los coliformes fecales superan 560 veces el límite fijado para agua potable.
- 200 industrias incontroladas del área capitalina arrojan mensualmente 100 toneladas de contaminantes al aire, y los vehículos agregan otras 300.
- 50 por ciento de la madera del país se explota ilegalmente, se sobreexplota un 25 por ciento de la tierra, anualmente se queman 10 mil hectáreas de árboles y potreros, y siguen el secamiento de humedales y la contaminación de cauces y esteros.
No puede manejarse bien nuestra naturaleza con este sistema de guerra, aniquilación e ilegalidad, como tampoco nuestra sociedad aguanta tanta pobreza acumulada.
Bien haríamos, si en el 2005 abandonamos ese desastroso y costoso camino.
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