Sábado 10 de enero, 2004. San José, Costa Rica.



 

ZONA RÁPIDA

JOSE LUIS ORTIZ
Insultos y algo más

A menudo se sanciona a jugadores, técnicos y hasta dirigentes por responder a los insultos y otro tipo de agresiones verbales y hasta físicas de reciben por parte de fanáticos descontrolados, quienes encuentran muy cómodo, aunque poco decente y menos valiente, apostrofar de incógnito a un adversario que tiene poca oportunidad de identificar entre la muchedumbre a quien le está maltratando, a sabiendas de que su actitud punible quedará impune, porque aún siendo identificado, si el ofendido responde, éste será castigado unilateralmente.

Hay reglamentos que prohiben al deportista reaccionar cuando es ofendido, aún por sus propios adversarios en el campo de juego. Las normas del “fair play” proponen no solo asumir una actitud bíblica disculpando y hasta perdonando, sino poniendo la otra mejilla pero tampoco cayendo en la ley del talión, pero la verdad es que sin el ánimo de disculpar nada ni a nadie y aunque no sucede todo el tiempo, el que busca encuentra y a veces más de lo que originalmente se buscó.

Lo injusto está en los reglamentos que solo funcionan en una vía, en un sentido y no promueven los instrumentos para que se sancione a uno como al otro.

Aunque suena a difícil, podría obligarse a los miembros de la seguridad en los estadios a permanecer de cara a las graderías, especialmente a cierto público para poder identificar a aquellos que posiblemente por no poder gritar y vociferar en la casa se desahogan en los estadios y concentraciones deportivas y le cobran al deportista la factura que no pueden pasar en la casa.

Ahora, el derecho a la protesta, por muchos considerada como berreo, es y debe ser sagrado. Sabemos que parte del rato y parte del valor del boleto está precisamente en tratar o maltratar al que juega mal, pedirle que se tome de la mano y se salga solo, compararlo con alguna figura y gritárselo. Es decir, desahogarse, rechiflar, aullar como lobos hambrientos cuando algo sale mal.

Pero de ese derecho que se paga con la entrada a ofender soezmente a quien no comparte la simpatía por los colores, o al deportista que no está en su día, en su noche y en su momento hay diferencia que no solo denota el bajo nivel de cultura y educación, sino que debe ser igualmente sancionado.

Es más si lo fuera... el deportista no reacciona como lo hace, cansado y desafiado durante todo un evento.

El deportista puede malo o no estar en su mejor momento y de alguna manera exponerse a la agresiva y temperamental censura del fanático enfermo, pero nada tienen que ver con esto sus seres queridos, especialmente su inocente progenitora.

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