Sábado 10 de enero, 2004. San José, Costa Rica.



 

Así lucía la avioneta fumigadora ayer a las 4:30 p.m. Los expertos de Aviación Civil iniciaron las investigaciones pocas horas después del accidente.

Piloto vuelve a vivir

Rodolfo MARTIN / Al Día

Pococí, Limón.-Un veterano piloto fumigador volvió a nacer ayer, luego de que su avión se desplomara a tierra desde uno 30 metros de altura y a una velocidad aproximada a los 288 kilómetros por hora, según apreciaciones preliminares de los investigadores de la Dirección General de Aviación Civil (dgAC).

El aviador fue identificado como Luis Pérez Gutiérrez, de 51 años y quien al cierre de esta edición, permanecía internado el hospital de Guápiles.

“¡Gracias a Dios estoy bien! ¡Al final, por dicha, todo se circunscribió a un gran susto. Me siento adolorido, pero esto no es nada con relación a lo que pudo ocurrir”, declaró ayer el experimentado fumigador, mientras permanecía acostado en la salas de emergencia. Pérez se abstuvo de brindar declaraciones. “Por favor, ahora no...tal vez un día de estos le doy algunas palabritas”, dijo, mientras intentaba sonreír.

Además:

  • “¡Niños, ayúdenme!”
  • El fumigador fue recibido y atendido por el médico Carlos Achan Quesada, quien informó que presentaba un golpe en la cabeza, con algunos rasguños en la frente.

    Al mismo tiempo, sufrió otras contusiones en el antebrazo derecho y fuertes dolores en la región lumbar y abdominal.

    “Quedará bajo observación, mientras se le practican algunos exámenes clínicos y varias radiografías. Asimismo, porque tiene algunos problemas de visión borrosa”, precisó el médico.

    La avioneta regresaba al campo de aterrizaje para reabastecerse y cumplir con el segundo riego del día cuando sobrevino el accidente.
    Aterrizaje fallido

    Al paciente se le prescribieron analgésicos, especialmente en la región lumbar.

    Pérez sufrió el percance ayer alrededor de las 10:34 a.m, cuando le restaban escasamente unos dos kilómetros para aterrizar en el aedrónomo de Roxana.

    La avioneta, cuya “nariz” quedó clavada unos dos metros dentro de la tierra, se desplomó en la finca de Nardo Sánchez, en Colonia Zeledón.

    “Pérez sobrevivió gracias a la ayuda de Dios y, en cierta manera, podría decirse por el ángulo con que ingresó a la zona y por el declive del terreno el cual, dichosamente, resultó ser en extremo fangoso”, comentó Carlos Vargas, uno de los dos investigadores de Aviación Civil.

    Mientras tanto, su compañero Diego Gutiérrez acotó que también lo favoreció el arnés y el casco que llevaba puesto.

    Los expertos no quisieron hacer ningún comentario acerca de la posible causa del accidente.

    “Lo único que podemos adelantar es que el caso es complejo”, expresó Vargas.

    El piloto regresaba al campo de aterrizaje de Roxana, después de haber fumigado una finca bananera cercana, llamada Calinga y propiedad del exministro, exdiputado y exprecandidato liberacionista Antonio Alvarez Desanti.

    “Ahí trabajó alrededor de 40 minutos. Regresaba a reabastecerse para emprender el segundo riego del día cuando sobrevino el accidente”, comentó Mario Bellavita, de la Standard Fruit Company.

    “Tengo problemas con la máquina”, habría advertido Pérez por radio, instantes antes de caer.

    La búsqueda no tardó mucho y fue rescatado por un helicóptero de la misma compañía que lo trasladó a Guápiles.


    Carlos Soto, el agricultor, dejó a un lado al corta de un bambú y salió corriendo entre repastos y una pequeña montaña para ir a ayudar.

    “¡Niños, ayúdenme!”

    Pococí, Limón.-Unas niñas que conversaban en el cuarto de una casa y varios niños que jugaban “bolinchas” en el patio, a pocos metros de ellas, se convirtieron en la “patrulla” que rescató ayer al piloto Luis Pérez Gutiérrez, minutos después de haberse desplomado con su avioneta en Colonia Zeledón.

    Los muchachos, la mayoría hermanos y primos –como sucede en esos pueblos enclavados en media montaña–, escucharon el estruendo y salieron en carrera a ver que había ocurrido.

    “Hubiéramos llegado antes de no haber sido por una culebra que nos salió en el camino”, aclaró, con los ojos muy abiertos y gran seriedad, Hania Lisbeth Salazar Núñez, de 14 años.

    Ella fue la primera en llegar.

    “Me lo topé de frente. Venía empapado y todo embarrialado. “Me dijo:¡Niños ayúdenme, acabo de tener un accidente!”, recordó la niña.

    El aviador les preguntó que a dónde se encontraba y casi simultáneamente, la niña lo agarró de la mano, le quitó el casco y se lo entregó a un primo.

    “Le dije que se sentara. Sin embargo. Me respondió que no, porque en cualquier momento vendrían por él. Él no habló mucho, porque nos contó que le dolía mucho la cintura”, relató Hania.

    Las primas Jackeline Chavarría y Hannia Lisbeth Salazar no olvidarán la experiencia que vivieron ayer en su pueblo Colonia Zeledón, en Roxana de Pococí.

    A menos de un kilómetro de distancia, Carlos Soto cortaba un bambú para la construcción de un puente, cuando también fue sorprendido por el estruendo.

    “El aparato se apagó y se fue de ‘hocico’. Inmediatamente, salí en carrera para ver en qué podía ayudar. Al llegar, ya unos muchachos lo traían hacía afuera, por lo que entonces fue a buscar un teléfono para llamar a la Cruz Roja”, comentó.

    El mayor susto se lo llevó después, cuando, al llegar al sitio del accidente, se vio sorprendido por otra avioneta que volaba a muy poca altura y “echando unas grandes bocanadas de humo negro. Creí que también había entrado en problemas y que me iba a caer encima. ¡Úno no sabe de estas cosas! ¡No sabía para dónde coger!”, narró con simpatía.

    Luego se enteraría de que era una maniobra conocida entre los pilotos, para informar desde el aire que ya había localizado la otra avioneta en tierra.

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