Sábado 24 de enero, 2004. San José, Costa Rica.



 

Los vecinos de La Carpio recibieron anoche, a las 7:30, los cuerpos de Manuel, Lilliana y Wílberth, en medio de aplausos y lágrimas.

La Carpio llora sus angelitos

Erick CARVAJAL MORA / Al Día
Colaboró Carlos LÁSCAREZ

“Marta si vos me perdonás, Dios cuidará de tus hijos...”, dice una carta que escribió Wílberth López, el hombre responsable de la muerte de sus tres hijos y haber dejado mal herida a su esposa y a su cuñado anteayer en la Ciudadela La Carpio, en La Uruca.

Los vecinos recibieron anoche, a las 7:27, a las víctimas, Manuel, Lilliana y Wílberth, en el templo católico en medio de aplausos. Cientos de personas estuvieron presentes.

Su entrada estuvo custodiada por la Fuerza Pública. El sepelio de los niños será hoy, a las 10 a.m., en el Cementerio Obrero. La familia contó con la ayuda del IMAS que donó los ataudes y de la Municipalidad de San José, la cual dio los nichos.

Wílberth escribió varias cartas a Marta, en las que le pedía su perdón.

A las 8 p.m. en la entrada de la iglesia se hizo una fila de personas de unos 150 metros, pues todos querían despedir a los niños.

Recuperado

Ayer en la tarde, Daniel Alvarado, hermano de Marta, regresó a la casa donde ocurrieron los hechos. Consternado, pero estable, pues recibió un impacto de bala en la espalda, comentó que se sentía bien y de inmediato preguntó por qué Wílberth disparó contra ellos. Nadie pudo responder.

Daniel empezará a finales de enero el tratamiento psicológico en el Hospital Nacional de Niños.

La Carpio no será la misma. Ayer despertó consternada y triste. Los vecinos de Marta apenas podían salir del asombro y sus familiares lloraban lo sucedido.

Según las autoridades médicas del Hospital México, Marta Alvarado, se recupera y se encuentra estable tras los impactos de bala que recibió.

María Zeneida Alvarado, hermana de la víctima, llegó a la casa a las 9 a.m.

De inmediato estalló en llanto.

“Marta está bien, tuvimos que decirle que sus hijos había muerto. Sus únicas palabras fueron para preguntar por qué Wílberth los mató, estaba tranquila bajo los efectos de los medicamentos y va a estar por algún tiempo en el hospital”, dijo.

Antonio, tío de los menores asesinados, confirmó que Marta nació en Chontales y con gran esfuerzo había construído su casa en La Carpio.

“Mi familia no soporta el dolor de lo que sucedió. Darwin y Lisbeth, mis sobrinos, quienes lograron escapar, preguntan por sus hermanos, no saben lo que está sucediendo”, comentó.

Daniel Alvarado, hermano de Marta, salió del Hospital de Niños recuperado del balazo que recibió en su espalda. Su madre, Marta Lacayo, dijo que iniciarán la recuperación psicológica de su hijo.

Desde las 11 a.m. las personas esperaban la llegada de los niños en la Iglesia. Cientos de personas ayudaron a la familia e, incluso, varios taxistas hicieron una colecta para solventar los gastos del sepelio.

Néstor Membreño, cónsul nicaragüense, llegó a La Carpio para ofrecerle la ayuda a la familia Alvarado. Según comentó, en Nicaragüa la noticia consternó a todos.

“Es increíble lo que está pasando. Debemos revisar bien y trabajar para que no vuelva a suceder”, dijo.

Uno de los hermanos del Wílberth, fue a la embajada para pedir ayuda, pues no sabe cómo solicitar el cuerpo del hombre. “También nos pidió ayuda para llevarlo a Nicaragüa”, señaló.

Wílberth trabajaba en una carnicería a unos 400 metros de donde cometió el asesinato.

Esteban Castillo, dueño del local, dijo que no se explica lo sucedido, pues el joven era una persona honrada y trabajadora.

Wílberth López trabajaba a unos 400 metros de su casa, en la carnicería La Unión. Según Esteban Castillo, dueño del negocio, era un hombre trabajador y honrado.
Casa silenciosa

Cuando se abrió la puerta de la casa donde ocurrió el triple asesinato solamente se podía sentir el vacío que dejaron los niños que murieron en ese lugar.

Orlando Báez, primo de las víctimas, tuvo que dormir allí, antenoche, para cuidar que nadie se robara nada. “No pude dormir de solo pensar que mis sobrinos perdieron la vida a manos de su padre en esta casa”, comentó.

En los sillones todavía estaban tirados varios peluches, probablemente, con lo último que pudieron jugar los niños. Había también unos zapatos pequeños en una esquina y ropa de los niños tirada en los cuartos. Colgado en una de las paredes un cuadro decía: “Me llamas Señor y no me obedeces; me llamas Luz y no ves; me llamas El Camino y no me sigues....”

| PORTADA | NACIONALES | SUCESOS | OPINIÓN | SOCIEDAD | OVACION | EL NORTE |
| INTERNACIONALES | SERVICIOS | USTED OPINA | PURA VIDA | ESCRIBANOS |

© 2003. Periódico Al Día. El contenido de aldia.co.cr no puede ser reproducido, transmitido ni distribuido total o parcialmente sin la autorización previa y por escrito del Periódico Al Día. Si usted necesita mayor información o brindar recomendaciones, escriba a webmaster@aldia.co.cr

EDICIONES ANTERIORES