Vistazo
José Luis Vega Carballo
Prefieren la patente al paciente
El delicado tema de las patentes y de la propiedad intelectual, no debiera resolverse en una negociación de un tratado comercial de la magnitud del que negociamos con los EEUU (Cafta, en inglés).
El Cafta debiera circunscribirse a la materia estrictamente comercial del intercambio de productos y de acceso a mercados, sin inmiscuirse ni enredarse con asuntos tan complejos y especializadas como propiedad intelectual, telecomunicaciones, seguros, servicios, salud, educación, electricidad, recursos naturales, ambiente y energía, seguridad social, trabajo y recursos humanos, administración de justicia, etc.
La razón es que necesidades e intereses en esas áreas, se mezclan impropiamente con la lógica y la práctica del comercio y el lucro, exponiéndolas así a muchas manipulaciones, presiones y hasta chanchullos o manejos ilícitos para conseguir un fin, y especialmente para lucrarse.
La negociación como método para resolver controversias, no es chanchullera por naturaleza, ni tiene por qué aceptar prácticas ilícitas o deleznables. Pero el estilo de negociar adoptado en el caso del Cafta, es propicio para eso, como se ha podido observar en el caso de los productos genéricos y las patentes, entre otros.
En efecto, cuando en el Cafta le tocó el turno a las medicinas y a los agroquímicos, sucedió algo semejante a lo que vemos hoy con los seguros y el INS: las grandes corporaciones transnacionales del campo farmacéutico y agroquímico, que tienen poderosos lobbies en Washington (firmas y grupos que presionan e influencian a los congresistas y funcionarios), vieron que, frente a débiles países y negociadores, tenían oportunidad de agregar 5 y hasta 8 años al límite de 20 años para sus patentes, concedido ya por países como Costa Rica en la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Sin mayor sensibilidad ni responsabilidad social, las gigantescas empresas aplican dudosos mecanismos de exclusividad de mercadeo, a raíz de que una cierta cantidad de sus patentes expiran dentro de poco, y quieren evitarlo por métodos sumamente perjudiciales para nosotros. Esto es lo que está sucediendo en pleno Cafta, donde las vemos accionando subrepticiamente, sin importarles mucho sus clientes ni sus pacientes de estas latitudes. El clima se presta, porque a cambio de que Costa Rica ceda ante sus ilícitas propuestas, presionan para que los EEUU cancele varias ofertas de acceso a mercados para productos sensibles, imponiendo un típico trinquete de cebollas y papas por medicinas y abonos.
Afortunadamente, en el propio Congreso de los EEUU, los representantes Waxman, Rangel y Levin, se han levantado contra esta barbaridad. Argumentan que "sofoca el mercado farmacéutico, impide el acceso y la disponibilidad de las medicinas, y eleva sus precios a niveles fuera del bolsillo de muchos en Centroamérica." Y recalcan, en su carta a Mr. Zoellick del 10 de diciembre, "que para cualquier paciente, particularmente aquellos con enfermedades de alto riego, cinco años de privación de acceso módico a una medicina, puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte".
¿Irán a tolerar los jerarcas de la Caja y el gobierno, y los dirigentes de los sectores de la salud y agrícolas, que se impongan esos intereses espurios e injustificados que prefieren la patente al paciente, la muerte a la vida, en las últimas rondas de Washington?
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