Lunes 26 de enero, 2004. San José, Costa Rica.



 

Perspectivas

José Meléndez
Lecciones del TLC

La finalización ayer de las negociaciones entre Costa Rica y Estados Unidos, para la puesta en marcha de un Tratado de Libre Comercio a partir de enero del 2005, dejó en evidencia que la relación entre Washington y San José puede ser más sensible que con otros países de América Latina

La situación es sencilla: para los norteamericanos es muy fácil negociar con actitud de imperio, lo que sea y como sea, con naciones que apenas nacen a la democracia y que hace poco tiempo eran dictaduras militares oprobiosas sostenidas en la ayuda militar que les enviaba la Casa Blanca. Los ejemplos sobran en todo el continente.

Para los estadounidenses, negociar con esos países significa arrinconarlos en la alternativa de ceder o pelearse. Y con países que en algún momento han enarbolado la política del antiimperialismo norteamericano, Washington tiene su receta para arrastrarlos al abismo de aceptar la imposición o disgustarse y agonizar en las angustias del aislamiento.

El caso de Costa Rica es totalmente distinto. Hace muchos años, este país tomó la senda de la tolerancia y la estabilidad política y nadie se sorprendía de atestiguar que, por ejemplo, el ahora fallecido líder del comunismo criollo, Manuel Mora Valverde, compartiera plenario legislativo con las figuras más representativas de la derecha y la centro-derecha costarricenses. La época de resolver las disputas políticas a balazos, con el exilio o con el presidio político, es cosa de un pasado muy lejano.

Y tampoco ha sido Costa Rica un símbolo del antiimperialismo ni cosa parecida, ni santuario de falsos profetas. Recuerdo con pena cuando los izquierdistas latinoamericanos decían, allá por 1988 y 1989, que el entonces general panameño Manuel Antonio Noriega era el comandante de la “dignidad latinoamericana”.

Recuerdo también lo difícil que fue para Estados Unidos negociar con Costa Rica durante el gobierno de Óscar Arias (1986-1990). La receta de Washington era sencilla en Centroamérica: someter a sus socios tradicionales (El Salvador, Honduras y Guatemala) y acosar bélica, política y económicamente a la Nicaragua de los sandinistas. Viendo el escenario regional con la perspectiva del tiempo, pienso que la piedra en el zapato era Costa Rica, pero la de Arias, aclaro, que se distanció radicalmente de la política de su antecesor, Luis Alberto Monge, de ser complaciente con la administración Reagan.

Al amanecer del 2004, la dura negociación del TLC abre oportunidades para decirle a Washington que con Costa Rica las cosas son distintas. Ojalá los norteamericanos así lo entiendan. ¡Y que Dios nos proteja con el TLC!

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