Martes 27 de enero, 2004. San José, Costa Rica.



 

Camilo al hilo

Camilo Rodríguez
Comer paisaje

Me dijeron en una empresa que muchos padecen de estrés. Estábamos en una sala de sesiones. Hay una ventana que va de extremo a extremo, en lugar de la pared que da al exterior. Me había percatado que siempre estaba cerrada. Fui a abrirla.

El atardecer estaba ardiendo. Las llamas del bosque parecían manchas incandescentes, soles enterrados en medio del verde libérrimo de la montaña.

-¿Cómo pueden tener estrés con este atardecer de Santa Ana?, les pregunté.

Uno de ellos me contó que tiene cuatro años de trabajar en ese edificio, y que nunca se había detenido a ver el atardecer.

Ahí, frente a sus ojos, del cielo baja en abanico de colores el mejor remedio para su estrés.

Hay ciertos detalles, rincones del día, retazos, ráfagas, paisajes, que nos generan la diferencia de todos los días.

Cuando apenas estaba llegando a San José, mientras esperaba que cambiara un semáforo, pasaron dos señores de la mano. Dos hermanos, sin duda, de unos 80 años. Iban tan agarraditos que si alguno se soltara, se caerían.

Esperé tres o cuatro minutos, hasta que pasaran de un lado al otro de la calle. Hay instantes de luz en medio de la ciudad. El semáforo en verde, pero sigo yo con los señores, quienes empiezan a bajar por una acera, apretaditos, cada uno apoyando al otro con el brazo por la espalda.

Sólo unas horas más tarde, con la luz del alba, después de la noche, que es reparadora, quedé de verme con una persona en el parque de Guadalupe. Me equivoqué de esquina, así que tuve que caminar de un extremo al otro, perpendicularmente, atravesando el parque.

En ese parque hay unas trescientas palomas. Y a esa hora, unos cuantos niños de 3 ó 4 años reciben el sol y le dan de comer a esos algodones con alas. Les echan maíz, y los animales se vienen, como si fueran espuma de un mar calmo.

Pero cuando los niños las ven llegar, se tiran a agarrarlas, y las palomas se hacen para atrás, unas sobre otras. El espectáculo semeja una ola de plumas...

Aquel paseo de 5 minutos ha sido un itinerario para mi espíritu.

Una persona de pueblo me ha contado que los fines de semana se va para su natal San Carlos, porque necesita el verde para seguir viviendo.

También me pasa. Hay un montón de males que se remedian con sólo abrir los sentidos a la vida y al paisaje.

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