Domingo 8 de febrero, 2004. San José, Costa Rica.



 

Catharina Wessling, cordinadora del Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas, apoya la iniciativa de sacar el Gramoxone de la agricultura. Rafael PACHECO / Al Día

Gramoxone: discusión sin fin

Nuevo estudio dice que no daña pulmones

Erick CARVAJAL / Al Día

El tema del Gramoxone, poderoso herbicida causante de muchos accidentes y de suicidios en el país, sigue provocando polémica.

Ahora, un estudio, cuyos resultados fueron entregados esta semana, determinó que el producto no afecta los pulmones de los agricultores.

Sin embargo, otros trabajos dicen lo contrario.

Además:

  • Sin registrar
  • Freno vía decreto
  • “Dinero no paga la muerte”
  • Mientras, el uso sin controles de los agroquímicos cobró una nueva víctima el viernes, cuando una ama de casa falleció y su esposo y tres hijos permanecen hospitalizados, tras consumir el tóxico Lannate en Bajo Zúñiga de Los Ángeles de San Ramón. (Ver nota en pág. 10).

    La nueva investigación, hecha por las universidades de California y Nacional (de Costa Rica), tuvo una duración de tres años y se hizo con 350 personas que tienen más de un año de aplicarlo en fincas de café, banano y palma de aceite.

    Esto vuelve a plantear la polémica en el país sobre el uso de los plaguicidas. Las intoxicaciones masivas en niños, con otro químico (Tamarón), en los últimos dos años, revelan la poca regulación en la venta local y su indebido uso en plantaciones agrícolas.

    Además, el Nemagón, un nematicida, que dejó estériles a más de 15 mil trabajadores bananeros, es uno de los recuerdos más nocivos sobre el uso de esos químicos en el país.

    Buenos resultados

    La idea del equipo de profesionales en salud que hizo la investigación dada a conocer esta semana, era responder a la duda: ¿la exposición prolongada y de bajo nivel al Gramoxone entre los aplicadores estaba asociada con la deficiencia de la función pulmonar?

    Algunas compañías capacitan a sus trabajadores para que utilicen bien los productos químicos, sin embargo, muchos no siguen estas recomendaciones.

    Como principal conclusión se determinó que no se encontró evidencia de Gramoxone en la orina de los trabajadores, después de que aplicaron el producto.

    Sin embargo, Catharina Wessling, cordinadora del Instituto Regional de Estudios en Sustancias Tóxicas, determinó que el Gramoxone se concentra en los tejidos de los pulmones y se transforma en subproductos altamente tóxicos.

    El Gramoxone también se puede utilizar como agente defoliante en la cosecha y como ayuda para el algodón, las lentejas, la caña de azúcar y los girasoles.

    El estudio presentado contó con un consejo asesor integrado por científicos de las universidades de Harvard, de Washington, Técnica de Munich (Alemania) y de California, San Francisco (Estados Unidos) y el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias de México.

    Eventos peligroso

    Miedo, eso es lo que sintieron vecinos del barrio Calle Los Barrantes de Vázquez de Coronado, quienes a finales de enero sufrieron los efectos del plaguicida Tamarón, por lo que 18 personas, entre niños y adultos, tuvieron que ser valorados en la clínica local.

    Como este episodio otro con el mismo químico se presentó a mediados del 2003 en San Blas, de Paraíso, cuando más de 40 niños (toda una escuela), fueron atendidos también por los efectos de este mismo producto.

    Otro caso similar se presentó en agosto del 2001, cuando 78 alumnos de la Escuela de La Laguna, en Fraijanes de Alajuela, también se vieron afectados por el agroquímico.

    Hector Chaves, director de Bomberos del INS, comentó que los principales problemas con las intoxicaciones por plaguicidas es que no existe un control para la venta.

    “Por ejemplo, en el caso de Coronado, el más reciente, una persona compró lo que quiso y utilizó una gran cantidad de producto en un sector pequeño de cultivo, provocando la intoxicación de sus vecinos”.

    Para Chaves, debe existir una mayor capacitación. Hay muchas personas en las fincas que no utilizan los controles adecuados para hacer las aplicaciones y a largo plazo sufren enfermedades crónicas, como el cáncer.

    “Falta mayor regulación para que las fincas que fallen en sus sistemas de seguridad sean multadas”.

    El director de Bomberos señaló que todos los casos que atienden es por descuido de las personas.

    “Siempre es gente que compró un estañón de un producto, no lo usó y con los años el estañón se rompió y viene la emergencia”

    Sin control

    Tras su estela de dolor la tragedia del Nemagón, parece no haber enseñado nada al país. Ni siquiera hay un control médico para verificar si los plaguicidas que se usan actualmente afectarán a los agricultores a un mediano o largo plazo.

    “Nadie hace un muestreo en las comunidades agrícolas para determinar si estas personas y sus familias desarrollan algún tipo de afección producto de la exposición química crónica”, sentenció el Dr. Hugo Arguedas, encargado de las intoxicaciones agudas por plaguicidas en el Ministerio de Salud.

    Arguedas aseguró que, incluso, no existe un protocolo de cómo atender a una persona intoxicada por un producto específico.

    Un informe del Ministerio, del periodo 1992 a 2001, registra alrededor de 6.659 personas intoxicadas, de las cuales 237 fallecieron. A esta cifra se debe sumar más de 260 obreros fallecidos por enfermedades causadas por el Nemagón.

    Entre las intoxicaciones por plaguicidas predominan las de tipo laboral, con un 78,6%, siendo los más afectados los pequeños agricultores en un 51%, los peones de fincas agrícolas, 17,3% y las amas de casa 13,3%.

    El Ministerio solo registra un 20%, del total de intoxicaciones en el país, y hay un subregistro del 80%, casos que no llegan a las instituciones públicas. (Ver recuadro: Sin registrar).

    Prevención necesaria

    Pero, ¿no sería más barato para el sistema de salud hacer campañas de prevención que atender a decenas de pacientes afectados?

    La Dr. Marcela Vives, directora del Departamento de Desarrollo de la Salud, del Ministerio de Salud, comentó que existe la idea de implementar un proyecto en dos comunidades para verificar los efectos de los plaguicidas a mediano y largo plazo.

    Sin embargo, todavía no se tiene una fecha definida de cuándo empezaría esta iniciativa ya que no se cuenta con los recursos para desarrollarla.

    “Ese tipo de estudios son muy costosos y necesitamos fondos externos”, dijo.

    Vives enfatizó que existe una gran colaboración de los agricultores y las empresas productoras de agroquímicos en llevar a cabo esta iniciativa.

    “Incluso, muchas de las compañías brindan charlas y capacitación a los agricultores para aplicar este tipo de productos”, indicó.


    Freno vía decreto

    Un decreto de la doctora María del Rocío Sáenz, ministra de Salud, fue el primer paso para enfrentar las intoxicaciones.l

    Junto con el Ministerio de Agricultura y Ganadería se prohibió el uso de 67 productos y se analiza la posibilidad de restringir otros cuatro.

    Para la doctora Marcela Vives, directora del Departamento de desarrollo de la Salud, del Ministerio de Salud, este es uno de los logros del programa PLAGSALUD, el cual nació como una iniciativa de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), por medio de la División de Salud y Ambiente.

    El organismo internacional está preocupado por los problemas derivados del uso intensivo de plaguicidas en los países del Istmo Centroamericano. El proyecto fue financiado por la Agencia Danesa para el Desarrollo Internacional (DANIDA).

    “Los resultados del proyecto y las reuniones de los ministros de la región dieron como resultado la iniciativa de prohibir estas sustancias”, dijo la Dra. Vives.

    Entre los cuatro productos que serían prohibidos figuran el Gramoxone y el Bromuro de metilo, empleados en diferentes cultivos.

    “Muchos agricultores nos han dicho que poner restricciones a estos productos los dejaría en malas condiciones. Si se perjudican con el químico, también se perjudican dejándolos sin él”, explicó.

    Para Vives, las autoridades deben poner en una balanza lo que requiere el país, máxime cuando viene un tratado de libre comercio y se depende de la productividad.

    Según la funcionaria, en la Unión Europea aprobaron el uso del Gramoxone por dos años más, sin embargo, también están imponiendo regulaciones a productos que utilizan químicos, como el Bromuro de metilo.

    “Hay muchas sustancias que se absorben por la piel, por las mucosas y, definitivamente, se deben poner regulaciones y restricciones. También se debe educar a estos pequeños agricultores”, indicó la Dra. Vives.

    Conforme a ella, los problemas con las grandes empresas han desaparecido, pues deben certificar sus productos para venderlos en el exterior, lo cual demanda eliminar el uso de algunos químicos.

     


    Sin registrar

    Más del 80% de las intoxicaciones que se producen en el país no se reportan a las autoridades.

    En el 2002, el proyecto PLAGSALUD desarrolló un informe nacional sobre el problema del subregistro.

    A partir de este estudio se determinó que las intoxicaciones agudas por plaguicidas son un problema de salud pública en el país y que los porcentajes de subregistro oscilan entre un 97,8% y un 82,2%

    Entre los resultados del estudio, desarrollado en los cantones de Tarrazú, Paraíso, Alajuela y Sarapiquí, no pudo identificarse los plaguicidas involucrados en las intoxicaciones, pero si una gran incidencia de los organofosforados.

    El Dr. Hugo Arguedas, encargado de las intoxicaciones agudas por plaguicidas en el Ministerio de Salud, confirmó que el subregistro se da basicamente por tres razones.

    La primera es que los pacientes no asocian sus síntomas con intoxicaciones. No dan importancia al problema, lo consideran pasajero, y creen que los remedios caseros y la automedicación lo solucionan.

    También se dan casos donde el servicio de salud atiende la emergencia, pero no la reporta.

    “Y otra es que, aún reportado el caso, la boleta se pierde y no llega al sistema”, precisó.


    Según Mario Zúñiga, uno de los afectados por el Nemagón, sus lágrimas al recordar lo sucedido son de rabia, pues nunca fueron prevenidos. Rafael PACHECO / Al Día

    “Dinero no paga la muerte”

    Erick CARVAJAL / Al Día

    En una pequeña oficina en la parada de buses de Siquirres, Mario Zúñiga, uno de los afectados por el Nemagón, sentencia con lágrimas en sus ojos “que el dinero no paga su dolor ni la muerte de sus compañeros”.

    Zúñiga pertenece a un grupo de 5 mil trabajadores unidos en 1998 bajo el techo de CONATRAB para pelear por sus derechos.

    Info: Cronología de una tragedia

    Los obreros preparan en estos momentos una demanda contra las compañías productoras del Nemagón en los Estados Unidos.

    Ya tienen listos 600, de 1.500 exámenes, que servirán de argumento a la firma de abogados “Provost & Umphrey Law Firm, L.L.P.”

    Zúñiga tiene puestas sus esperanzas en esa lucha. “El proceso lo iniciamos en enero del año pasado y pronto estará en los juzgados de Texas. Para evitar lo que pasó en años anteriores con otros abogados, el proceso de conciliación tiene que ser aprobado por los trabajadores”, dijo.

    Tristes recuerdos

    Zúñiga, quien tiene dos hijos, atiende desde hace 15 años una soda en la parada de buses de Siquirres.

    Trabajó en las bananeras como 25 años, recuerda, siempre vinculado con la aplicación del Nemagón.

    Tiene 60 años, su hablar es pausado y se le quiebra la voz cuando habla del daño que le produjo el químico.

    Puntarenense de nacimiento, llegó al Valle de la Estrella buscando un futuro mejor, pero “me encontré con la muerte”, aseguró.

    Fue escalando posiciones, de peón a supervisar las aplicaciones, y luego fue inspector de calidad.

    “El desconocimiento de los trabajadores era tan grande que vertían Nemagón a los ríos para matar los peces y luego se los comían”, señaló.

    Zúñiga tiene problemas de esterilidad, es diabético, padece una úlcera duodenal y sufre de gastritis aguda.

    “No hay dinero que pague nuestras enfermedades, pero estamos luchando por nuestros hijos y por lo que consideramos justo”, comentó.

    Unión de fuerza

    El olor del café recién chorreado inundó el aire en el recinto donde se reunen Estanislado Rodríguez, Sonia Saballos, Nelly Godoy y José Ángel Porras.

    Sin duda alguna, ese olor es diferente al del insecticida que absorvieron durante muchos años en las bananeras.

    Afectado por serios problemas en la vista y recostado en un sillón, Estanislado rememora su historia desde que era un joven, lleno de ilusiones.

    “Me pagaban ¢2,80 por bomba aplicada; nunca me di cuenta de que estaba sellando mi vida a una serie de enfermedades”, comentó.

    Sonia y Nelly son mujeres que pudieron tener hijos, pero algunos de ellos con problemas y, además, enfrentan complicaciones en sus órganos genitales y la vista. “Las dos formamos parte de esa gran cantidad de mujeres que se dedicaban a procesar la fruta en las bananeras y de alguna forma absorbíamos el producto por nuestra piel”, señaló Saballos.

    José Angel Porras recibió un transplante de riñón que lo mantiene vivo, pero estará sin hijos el resto de su vida.

    “Ha mejorado mi calidad de vida, pero no todas las personas han tenido la suerte mía. Sin embargo, siempre le queda a uno dando vueltas en la cabeza la idea de tener familia”.

    Todos apuntaron que muchos compañeros, estériles e impotentes, han sido abandonados por sus esposas. Lo más triste es topárselos en las calles, tirados, borrachos, con serios problemas en la bebida, comentaron.

    Su mirada al futuro es triste, pues ven la muerte muy cerca.

    “Nos ha tocado ver morir a muchos compañeros por diferentes enfermedades. Lo que pedimos es un trato justo, una mejor calidad de vida, pues nuestras enfermedades, en muchos casos, son incurables”, señaló Estanislado.

    En la pequeña sala donde se reúnen periódicamente comparten sus inquietudes y esperan que las gestiones en Estados Unidos rindan buenos resultados.

    “Ahora queremos que otros compañeros que no están en CONATRAB sean aceptados, pues se están muriendo en la calle”, dijo Saballos.

    Son las 5 p.m. y todos regresan a sus hogares, resueltos a continuar una lucha que consideran justa y necesaria.

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