Domingo 8 de febrero, 2004. San José, Costa Rica.



 

Dalí fue un artista excepcional. Sus bigotes engomados y su excéntrica forma de vestir lo caracterizaron siempre.

100 años de un genio

El mundo recuerda el centenario de Salvador Dalí

Figueras, España/ AFP. Este año el mundo recuerda a Salvador Dalí.

El 11 de mayo próximo, el genial pintor catalán habría llegado a los cien años... si la muerte no le hubiera puesto fin a su creatividad el 24 de enero de 1989.

“Si te reencarnas en carne/vuelve a reencarnar en ti/que andamos justos de genios/Eungenio Salvador Dalí”, cantó el grupo español Mecano recordando al artista.

Salvador Dalí fue uno de los máximos exponentes del surrealismo. Tuvo una vida intensa y agitada, alimentada por creaciones y extravagancias junto a otros grandes artistas y luego con Gala, su inspiración, de cuya pérdida nunca se repuso.

Dalí vino al mundo en Figueras (Gerona, nordeste de España) en el seno de una familia burguesa. Desde joven se dedicó al dibujo y a la pintura.

Su primer taller fue un lavadero que había en la azotea de su casa. Cuando tenía diez años descubrió a los pintores impresionistas.

Rey del surrealismo

En 1922 empezó a estudiar en la Academia de Bellas Artes de Madrid, donde conoció al poeta Federico García Lorca y al cineasta Luis Buñuel. Con éste último desarrolló sus primeros proyectos artísticos vanguardistas.

Con dificultades –su paso por la Academia de Bellas Artes fue tormentoso pues fue expulsado en dos ocasiones–, finalizó sus estudios en Madrid y luego se centró en los debates y manifestaciones artísticos renovadores que se vivían en en los años veinte en su Cataluña natal.

Desde allí pegó el salto a París, donde se fundió con los pintores y escritores surrealistas que quedaron sorprendidos por sus ideas y motivaciones.

Puede decirse que Dalí fue surrealista antes de conocer a los surrealistas. Algunos simbolismos y referencias autobiográficas ilustran un mundo de perversiones que cautivaron a los surrealistas.

Las obras de aquel período en París son las mejores muestras de cómo se fue convirtiendo en uno de los máximos representantes del surrealismo: “El gran masturbador”, “El espectro del sex-appeal”, “El juego lúgubre” y “La persistencia de la memoria” son algunas de las más destacadas y polémicas.

Hasta en el cine

Dalí realizó varias películas surrealistas con desiguales resultados, algunos en colaboración con su amigo Buñuel, como “Un perro andaluz” (1929) y “La edad de oro” (1930).

Abandonó la capital francesa y volvió a Port Lligat (Cataluña) tras doce años de ausencia y en Cadaqués recibió la visita de muchas personas.

En una de esas reuniones conoció a Helena Ivanovna Diakonova, bautizada por el artista como Gala, se convertiría en su musa y compañera.

Después del primer encuentro, Dalí y ella decidieron que sólo la muerte los separaría.

En 1933 se marchó con Gala a Nueva York y, de regreso a París, fue expulsado del movimento surrealista. Reaccionó airado afirmando: “no podéis expulsarme porque Yo soy el surrealismo”.

Luego vivió en Italia durante la Guerra Civil Española (1936-39). Tomó con indiferencia la muerte de García Lorca y cuando estalló la segunda Guerra Mundial se instaló en Arcachon (Francia).

Cuando los alemanes invadieron Francia, volvió a España, vio a su padre, siguió viaje a Lisboa y viajó a Estados Unidos, donde residió hasta 1948.

Golpe fatal

A su regreso a España su obra volvió al clasicismo y pintó entonces las primeras obras religiosas; las dos versiones de “Madonna de Port Lligat”. Escribió un manifiesto místico donde explica el arte nuclear.

En 1966, la Galería de Arte Moderno de Nueva York le dedicó la mayor retrospectiva a un pintor vivo. En 1974 inauguró el Museo Dalí de Figueras, el segundo museo dedicado a él después del que inaugurara en 1971 en Cleveland (Ohio, EEUU).

Al cumplir sus 75 años (1979), se celebró una retrospectiva en el Centro Pompidou de París, uno de los últimos acontecimientos públicos en los que se pudo ver a Dalí. Desde entonces se recluyó en Port Lligat y le regaló a Gala el castillo de Púbol.

Tres años después, murió Gala. Dalí dejó la pintura y redujo su actividad pública. Le fue imposible superar la muerte de su musa y lo devoró el egocentrismo. La pérdida de Gala significó el principio de una agonía larga y atroz, rodeado de enfermeros, colaboradores y secretarios cambiantes y bajo sospecha.

Su salud empeoró. Fue hospitalizado dos veces en Barcelona y en 1989, tras un mes de penosa agonía, falleció.

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