Jueves 19 de febrero, 2004. San José, Costa Rica.



 

Visión

Anabel González
TLC y subsidios agrícolas

Algunas personas han indicado que el Tratado de Libre Comercio (TLC) suscrito entre Centroamérica y Estados Unidos obliga a la agricultura costarricense a competir con la estadounidense en condiciones de desigualdad.

Se alega que los agricultores de aquél país reciben subsidios de parte del gobierno, lo cual les permite vender a precios más bajos que sus costos de producción. Esto, se dice, pone a nuestros agricultores en la posición de “tigre suelto contra burro amarrado”.

Este tema es importante, pero, para atenderlo apropiadamente, es necesario pasar de lo general a lo concreto.

Primero. Hay que clarificar que existen dos tipos de subsidios que un gobierno puede otorgar a los productores de su país: subsidio a la exportación y subsidio a la producción. En el caso del primero, el otorgamiento del subsidio está condicionado a la venta del producto en el extranjero, no así en el caso del segundo.

El TLC prohíbe los subsidios a la exportación, por lo que Estados Unidos tiene la obligación de eliminar este tipo de apoyos a cualquier producto agrícola que venda en Centroamérica.

Segundo. Hay que distinguir cuáles son los productos agrícolas a los que Estados Unidos otorga subsidios a la producción, para determinar si éstos podrían perjudicar a la la agricultura costarricense. Entre ellos destacan algodón, arroz, avena, cebada, maíz amarillo, maní, sorgo, soya, otras oleaginosas y trigo.

Dada la realidad productiva actual de Costa Rica, el impacto de los subsidios que Estados Unidos otorga a esos productos sobre la agricultura costarricense es positivo, o neutro, en la mayoría de los casos y, básicamente, solo en uno de ellos podría presentar un riesgo.

En efecto, Costa Rica, que no produce maíz amarillo, ni soya, ni trigo, se beneficia al comprar estos productos más baratos a Estados Unidos. Esto no solo es ventajoso para el consumidor, sino también para el propio productor agropecuario o alimenticio costarricense, que utiliza estos productos como materia prima.

En algunos casos, como el de la avena o el maní, el subsidio no tiene mayor impacto, pues Costa Rica ni produce ni es un gran comprador de esos productos.

Solo en el caso del arroz, el subsidio que Estados Unidos otorga a sus productores, podría afectar al productor costarricense, aunque hoy en día tampoco es así, pues, en virtud del sistema obligatorio de compra de arroz que existe en el país, incluso el productor nacional se beneficia de que el arroz estadounidense sea más barato.

Para atender este aspecto, el TLC dispone que la protección que el arroz recibe hoy, se mantenga prácticamente inalterada durante casi 20 años.

Además, si en ese momento los subsidios persisten, los países podrán decidir prorrogar un mecanismo de salvaguardia establecido en el tratado. Lo anterior, sin perjuicio de que se puedan aplicar también derechos compensatorios, si un aumento en las importaciones causa un daño a la producción nacional.

Así, pues, el argumento de que el TLC pone al productor agrícola nacional en una posición de “tigre suelto contra burro amarrado”, simplemente, no es correcto.

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