Jueves 19 de febrero, 2004. San José, Costa Rica.



 

En el sitio El salvadoreño Luis Alberto Ayala Orellana mantuvo por mucho tiempo la misma rutina al final de las labores diarias.

Surge otra hipótesis

Rodolfoa MARTÍN / Al Día

El salvadoreño Luis Alberto Ayala Orellana, asesinado antenoche en pleno corazón de San José, pudo haberse topado de frente con su homicida, en vez de haber sido ultimado desde un vehículo en movimiento, según una nueva hipótesis policial que trascendió ayer.

La víctima, quien el 30 de abril iba a cumplir 30 años, sería velado anoche en San Isidro de Vázquez de Coronado, en donde hoy serán los funerales.

Ayer el OIJ no dio mayores detalles acerca del hecho y los primeros pasos de las averiguaciones.

El crimen ocurrió a las 7:35 p.m., sobre la avenida tercera, entre calles quinta y cuarta, a unos 50 metros al norte del Banco Nacional de Costa Rica.

Disparos

Ayala, quien llegó al país en 1986, a los 11 años, presenta tres balazos, dos en la cabeza y uno en la región lumbar, confirmó la oficina de prensa del OIJ.

Sin embargo, en el sitio aparecieron siete casquillos similares a calibres 22 o 25, trascendió ayer en medios policiales.

Inicialmente, circuló la versión que el salvadoreño había sido atacado desde un vehículo en movimiento.

Unos testigos mencionaron un carro vino, en tanto que otros una motocicleta.

La nueva versión, en el sentido de que se habría topado con el asesino de frente, obedece a que, dos de los balazos, aparecen al frente de la cara, ángulo muy difícil de impactar para un homicida que actúa desde un vehículo en movimiento y de costado.

En caso de que así hubiera sido, los otros cuatro plomos (en el sitio aparecieron siete casquillos) debieron quedar incrustados en la pared o en la zona circunvecina, expresó un experto.

Sin embargo, la zona fue revisada ampliamente sin ningún resultado positivo.

Un testigo afirma haber observado cuando un hombre “alto” que se topó con el centroamericano de frente, le disparó y siguió caminando para abordar una motocicleta y dejar el lugar.

Por otro lado, las causas del crimen tampoco están claras, dado que, aparentemente, a la víctima no le robaron sus pertenencias.

“Incluso, ni siquiera el pequeño salveque negro que llevaba consigo. El dinero lo guardaba en las bolsas delanteras del pantalón”, precisó un informante.

En el momento del ataque, Ayala acababa de cerrar la tienda “Super Ofertas”, situada a unos 150 metros, donde trabajaba como administrador y caminaba hacia otra, de nombre “El Guanaco” donde entregaría el dinero hecho durante el día.

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